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Amapola blanca: sueño eterno.

Touya aún recordaba muy bien la primera vez en la que conoció a Sakura.

Después de casi acabar prácticamente incinerado en medio del campo en donde solía entrenar su don acabó, de alguna manera, en un vacío callejón, moribundo y esperando a dar su último suspiro.

Quiso ceder a la pequeña vocecita que le decía que quería tomar un descanso, que ya no valía la pena seguir en ese mundo, no cuando era demasiado débil para siquiera soportar su don.

Pero un pequeño gritó  evitó que siguiera las órdenes de esa voz, abrió los ojos con pesadez encontrándose con un par de grandes ojos color verde esmeralda; esos ojos tenían algo que el nunca había visto, ese algo que le hizo quedar prendado al instante de observarlos.

En especial porque nunca antes nadie lo había visto de esa manera. Como si fuera lo más importante del mundo.

-ay no, ¿qué hago?- escucho una pequeña vocecita, sonaba alarmada y logró percibir los apresurados pasos de esa persona- ¿debería llamar a mi maestro? No... está demasiado lejos... tal vez debería curarlo, pero aún no estoy lista..

Silencio, por un momento pensó que la persona de ojos verdes se había ido y dejado a su suerte. No la culpaba, el ya se había resignado a irse.

Afortunadamente se equivocó, y sintió como una extraña y cálida energía recorría su cuerpo. Las quemaduras que recorrían su cuerpo dejaron de escocer y en su lugar quedó un pequeño alivio que hizo que su respiración  se regulara.

Ya no había dolor.

Pasaron unos minutos, las heridas que recorrían su cuerpo desaparecieron, excepto por la traición que dominaba su corazón. Los recuerdos de su rota familia aún seguían ahí, en su mente y alma atravesándolo sin piedad alguna.

-¿lo hice? Oye ¿estás bien?- pregunto la de ojos verdes, moviéndolo con cuidado.

El solo respondió con un asentimiento, pero no se esperó que esa niña lo atacara con un gran abrazo, abrió los ojos solo para encontrarse de nuevo con esos ojos verdes siendo complementados por una gran sonrisa, de esas que eran capaces de robarte el alma.

Desde ese momento supo que estaba condenado.

-¡lo hice! ¡Te cure! Tengo que contarle esto a mi maestro.

La niña salió corriendo hacia algún lado, aunque luego se dio cuenta del pequeño, e importante detalle;  ese extraño chico aún seguía ahí tendido en el suelo, se detuvo antes de siquiera salir del callejón y fue tras el chico. Tal vez podría llevarlo con su maestro y pedirle al hombre que dejara al chico quedarse en su casa por un tiempo, incluso podría colarlo en el orfanato.

Pero ninguno de sus planes funcionó porque simplemente el chico de cabello de nieve se rehusaba a ir con ella, la veía con esos turquesas llenos de desconfianza.

Claro... el no confiaba en ella. Tampoco lo haría si de repente una extraña de cabello extravagante llegara de repente.

Pero ella lo había ayudado, y él estaba siendo grosero.

-bien, has lo que quieras- dijo enojada, marchándose de ahí ante la atenta mirada del chico cabello de nieve.

-00-

Pensó que la niña no iba a regresar, no le hubiera sorprendido que no lo hiciera, estaba acostumbrado a que las personas a su alrededor lo dejaran solo. Además, no había sido muy amigable que digamos con ella.

KunoichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora