Capítulo 41

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Giro mi cabeza hacia ambos lados para aliviar el cansancio provocado por haber dormido en el sofá, miro hacia abajo y tengo una erección, la misma de todas las mañanas.

Me inclino un poco hacia adelante y fijé mi mirada en ella, aún sigue dormida, así que me levanto, camino hasta la cama y me quedo observándola.

Todavía se ve un poco pálida, desplazo la mirada por todo su cuerpo y me detengo por un momento en su brazo izquierdo, en la venda que tiene puesta, la causa de que esa venda esté ahí casi provoca su muerte.

Subo la vista hasta su rostro nuevamente, coloco una mano de la parte arriba de su cabeza en la almohada y me inclino hasta que nuestras caras quedan separadas por un mínimo de distancia, con la otra mano intento llevar el cabello que cubre parte de su cara detrás de su oreja, pero antes de que pueda tocarla paro por lo que siento un impulso remotamente extraño, desde este ángulo a través de la mascarilla de oxígeno puedo observar sus labios los cuales en este momento carecen de ese color rosado con el que usualmente se ven.

Retiro la mascarilla y puedo percibir un poco su débil respiración, me acerco un poco más a ella y ya estando tan cerca a sus labios me detengo, aprieto fuerte la mano con la que sostengo la almohada, me alejo de ella y le coloco la mascarilla nuevamente.

Desvío la mirada hacia la puerta del baño y me dirijo hacia este, prendo la ducha y dejo caer el agua sobre mi cuerpo.

—¡Maldición! —grito internamente mientras le doy un golpe a la pared—. ¿Qué diablos me sucede? —pienso.

Me quito la sudadera, termino de ducharme y salgo del baño desnudo.

Ella aún sigue dormida noto al mirarla, después le doy la espalda abro el closet y saco una toalla con al que empiezo a secar mi cuerpo, luego saco un pantalón oscuro, una camisa azul oscuro y la chaqueta negra, me visto y me coloco los zapatos, me acerco al espejo, arreglo mi cabello y de último uso el perfume.

Salgo de la habitación y no la vuelvo a ver más.

El doctor ya está en la sala listo para entrar a revisarla.

—Debo salir, creo que sobra decir que nada inusual deberá pasar en este lugar. —Le digo en tono de advertencia y él solo asiente.

Tomo mis cosas y salgo del apartamento y mientras voy bajando por el ascensor recibo una llamada.

—¿Qué quieres? —digo al contestar la llamada.

—Sabes perfecto lo que quiero, tienes en tu poder algo que me pertenece. —responde él.

Suelto una carcajada. —¿Pertenece, acaso estás seguro de ello? —Salgo del ascensor y me dirijo al auto—. Ella jamás te ha pertenecido. —afirmo.

Él comienza a reír mucho más fuerte lo cual me enfurece un poco.

—Ella siempre me ha pertenecido ¿Acaso no te has dado cuenta? —vuelve a reír—. Todo, absolutamente todo lo que ha pasado ha sido porque yo he querido, es quien es gracias a mí, cada cosa que ha pasado en su vida ha sido a causa mía.

—Supongamos que sí, eres la desgracia más grande por la que ha tenido que pasar, pero aun así no está en tu poder, no eres tú quien controla la situación ahora.

Él sigue riendo.

—¿En verdad crees que no tengo el control? Dime algo ¿Qué te asegura que ella no pueda estar conmigo en tan solo unos instantes?

—Eso no va a pasar, no podrías siquiera llegar a lograr algo tan básico como eso, no eres tan inteligente como crees, solo dejas que la avaricia y el poder sobre el dinero y las personas te consuman y no puedas ver más allá de eso.

—¿De qué demonios hablas? Si tú eres tan parecido a mí y ahora pretendes juzgarme, cuando fuiste tu quien mató a su propio padre.

Me detengo por un momento antes de abrir el auto.

—Sí, lo sé todo, yo mismo te vi hacerlo. —afirma lo dicho.

—¡Cállate! —grito tras la pantalla del celular.

Él solo sigue riendo y cada vez con más diversión.

—Ahora estás perdido, crees tenerla a ella, pero olvidas que te conozco y conozco cada lugar a donde vas.

Después de eso cuelga la llamada, yo llevo ambas manos al costado de mis piernas y las aprieto fuertemente a tal punto que el celular rechina un poco.

Dark and LightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora