Dark and Light

Capítulo 38

Los pensamientos que llegan a mi mente en este momento son los peores, no me hago a la idea de que Aidan, va a morir por mi culpa y no solo él sino también Nef y Tania.

En este momento en verdad no solo me siento impotente, sino que además una punzada fuerte se hace presente en mi pecho, es algo que arde y no solo lo siento ahi, también lo percibo recorrer todo mi cuerpo. —miro mis manos y estas están temblando además de estar sudorosas­—. ¿Qué me sucede? —pienso detenidamente—. ¿Esto es miedo, esta sensación es de miedo? —me pregunto una y otra vez, dudando de las posibles respuestas, hasta que en un momento una risa fastidiosa me saca de mis pensamientos.

Noah, él solo mira hacia el frente y conduce en completa tranquilidad, su serenidad y la forma en la que sonríe hace que me enfurezca aún más.

Fijo mi mirada hacia él y luego él me mira, al poco tiempo su estorbosa sonrisa desaparece, no hace falta decirle nada, ni una sola palabra porque está más que claro que mi expresión habla por sí sola y él lo nota.

Odio, eso es más que claro, odio es lo único que puedo demostrar en este momento.

Desde hace mucho tiempo no había tenido la ayuda de nadie, nunca alguien se preocupó por mí y al mismo tiempo me protegió, por primera vez me sentía segura y entendida por una persona porque a pesar que mi amiga haya estado conmigo desde niñas, Aidan ha sido el primer hombre que me ha brindado su apoyo aun sin conocerme, aun sin saber nada de mí y yo lo único que he hecho para agradecerle es huir como una completa cobarde.

Giro mi cara hacia la ventana del auto y no reclamo nada, tampoco articulo más ni una palabra, prefiero eso a ver o escuchar decir una sola palabra de ese ser tan despreciable que va al lado mío.

Por ahora lo mejor será no intentar hacer nada que pueda poner aún más en riesgo la vida de ellos, está aún más que claro que estoy atada de manos, atrapada en un callejón sin salida donde mi único escape será la muerte.

Aun no comprendo cómo la vida se ha ensanchado tanto conmigo, cada vez me siento más vacía, más rota y sin ganas de seguir luchando, pero a pesar de todo aun en medio de todo este desastre guardo una esperanza, una razón para seguir respirando.

Una hora después...

—Hemos llegado, baja del auto y entra al apartamento veinte, piso seis. —dice él y me da las llaves— toma, —me entrega una chaqueta­—. Usa esto para que cubras los rastros de sangre en tu ropa.

Yo le recibo las llaves y me coloco la chaqueta, bajo del auto y camino hasta la recepción del edificio y un señor de cabello claro con algunos 40 años me recibe.

—¿Señorita, Sara? —pregunta con intención de saber si ese nombre me pertenece.

—He... sí soy yo. —respondo un poco extrañada, pero después recuerdo que no es cualquier persona la que me trajo a este lugar.

—Acompañe. —ordena el señor y yo lo sigo hasta llegar a un ascensor, luego me indica que entre en este, lo dudo un poco, pero al final entro ya que solo serán seis pisos.

—Al llegar a mi destino camino hacia la derecha y encontrará una puerta con el número veinte.

—Con la llave dorada podrá abrirla, si se le llega a ofrecer algo marca el número que aparecerá en el escritorio cerca del teléfono, ¡Oh! por cierto, no valla a intentar hacer algo estúpido, tómelo como un consejo, cada rincón en ese sitio tiene cámara y me imagino ya sabe que persona tiene acceso a ellas.

Abro los ojos de golpe y me doy cuenta que aún no he llegado al apartamento, solo quería imaginar que sí y así olvidar que sigo aquí, encerrada, en este ascensor.