Capítulo 79

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Mi padre, perdiendo la calma, levantó una mano. Era el último intento de controlarlo todo, de mantener su dominio. Pero al mirarlo, al ver lo que representaba, supe que ese poder era una ilusión. Era todo lo que él tenía, y estaba a punto de perderlo.

—No me subestimes, Sara. —Su tono era más bajo, más peligroso. —Tú eres mía. Siempre lo has sido.

Las palabras eran como un golpe directo, pero no me hizo vacilar. Con una determinación renovada, levanté el arma y la apunté a su pecho. Mi corazón latía con fuerza, cada pulso resonando en mis oídos, pero no sentía miedo. Solo claridad.

—No soy tuya. —Mi voz resonó en la sala, clara y firme. —Nunca lo fui.

La habitación quedó en silencio, un silencio denso, lleno de tensión. Nadie se movió. El futuro de todos nosotros dependía de esa frágil línea entre la vida y la muerte.

Mi padre parecía dudar, tal vez por un segundo, pero esa duda desapareció rápidamente. Se irguió, mostrando una arrogancia que me repugnaba.

—Muy bien, Sara. Si eso es lo que quieres... —Dijo, su voz cargada de veneno. Pero en sus ojos había algo más. Algo que me hizo entender que no solo se trataba de mí. Se trataba de él, de su necesidad de control.

En ese instante, comprendí que el único modo de salir de esto, el único modo de que alguien sobreviviera, era dar el siguiente paso, y lo haría sin titubear. Sin arrepentimientos. Estaba decidida a jalar el gatillo, a terminar con todo de una vez. Pero entonces sus palabras, frías y contundentes, atravesaron el aire como un cuchillo. Captaron toda mi atención y, de pronto, mi propósito se desmoronó.

—Deberías haber muerto tú en lugar de ella —su voz era más fría que nunca, cargada de una sinceridad cortante.

—¿A qué te refieres? —pregunté, inquieta, con la intención de descubrir lo que escondían sus palabras. Él continuó:

—Ella no merecía que su vida terminara de esa forma. No debía morir... y todo, ¿para qué? —su voz se elevó con enojo—. Para que tú llegaras a este mundo y destruyeras todo lo que más amaba.

Sus palabras se clavaban en mi pecho como estacas, cada una más profunda que la anterior. ¿De quién estaba hablando? ¿De mi madre? ¿De alguien más?

El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez no era denso, sino sofocante. Su declaración seguía resonando en mi cabeza, como un eco que no podía apagar.

—¿De quién estás hablando? —Mi voz salió más baja de lo que esperaba, casi como un susurro.

Él no respondió de inmediato. En cambio, su mirada se endureció, como si mis preguntas fueran una molestia. Dio un paso hacia mí, y aunque mi mano seguía firme en el arma, sentí que él tenía el control de la situación.

—De tu madre, Sara. —Su tono estaba cargado de resentimiento, pero también de algo más... ¿Dolor?

Un frío recorrió mi cuerpo al escuchar esa palabra de su boca. ¿La misma madre que nunca conocí?

—¿Quieres saber la verdad, Sara? Tú la mataste. —Escupió, su voz impregnada de un odio profundo, como si el dolor de perderla aún lo consumiera.

Mi respiración se agitó, pero no era el terror lo que me ahogaba, sino la confusión. Él estaba hablando de mi madre, pero... ¿Qué madre? ¿La misma mujer de la que nunca supe nada? ¿La mujer cuya muerte ni siquiera recuerdo?

—¿De qué estás hablando? —logré decir, aunque mi voz salió más débil de lo que hubiera querido. Estaba tratando de asimilar todo lo que me estaba diciendo, pero las piezas del rompecabezas no encajaban.

Dark and LightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora