Dark and Light

Capítulo 72

Cuando llegamos al salón principal, vi a un hombre de pie junto a una mesa, sus ojos fijos en mí. No era alguien que me resultara familiar, y aunque su expresión era fría, había algo en su postura que indicaba que no era ajeno al juego que mi "padre" había iniciado.

No pude evitar preguntarme: ¿Realmente estaba atrapada? ¿O podría encontrar alguna grieta que me diera la oportunidad de escapar?

Mi "padre" me empujó hacia adelante con un gesto impaciente, sin tomar en cuenta lo que sentía o pensaba. Al final, sólo importaba lo que él quisiera. Pero algo en mí se negaba a rendirse tan fácilmente. Si tenía que luchar, lo haría. Si tenía que destruirlo para salvarme, lo haría.

El silencio en la habitación se volvió insoportable.

El hombre frente a mí no parecía intimidante a primera vista. Su traje estaba impecable, y su sonrisa era una máscara que ocultaba algo más oscuro. Pero sus ojos eran lo que realmente captaba mi atención: fríos, calculadores, y con una intensidad que me hizo sentir como un ratón atrapado en la mirada de un depredador.

—Sara, querida, he oído tanto sobre ti —dijo, extendiendo su mano hacia mí.

No la tomé. Mi cuerpo permaneció inmóvil, como una estatua. Si esperaba docilidad de mi parte, estaba a punto de decepcionarse.

El silencio se alargó, pero él simplemente sonrió, como si hubiera anticipado mi reacción. Finalmente, retiró su mano y se acomodó en el asiento más cercano.

—Tiene carácter —dijo, dirigiéndose a mi "padre" con una risa ligera—. Eso es bueno. Aprecio a una mujer con espíritu.

Quise replicar, pero sentí la mirada de mi "padre" sobre mí, como una advertencia. Sus ojos eran dos dagas, listos para clavarse en mí si hacía algo que no debía.

—Sara sabe cuál es su lugar —respondió mi "padre", su voz goteando autoridad.

Tuve que contener una carcajada amarga. Si ellos creían que podían manejarme tan fácilmente, estaban a punto de descubrir lo contrario.

El hombre cruzó las piernas, claramente cómodo, mientras me examinaba con una curiosidad que me resultaba incómoda.

—Debes saber, Sara, que este matrimonio no es sólo un arreglo. Es una oportunidad —dijo, inclinándose hacia adelante—. Una oportunidad para ambos. Tú ganarás estabilidad, y yo... bueno, puedo asegurar que nunca te faltará nada.

Sus palabras eran tan superficiales como su sonrisa. No podía creer que pensara que eso sería suficiente para convencerme.

—¿Y qué gano yo? —pregunté, mi voz cortante, rompiendo el silencio que había dominado la conversación.

La sonrisa del hombre vaciló por un breve segundo, pero se recuperó rápido.

—Ganas el privilegio de formar parte de algo más grande que tú misma —respondió, su tono condescendiente.

Antes de que pudiera responder, mi "padre" se interpuso, su tono ahora más severo.

—Sara, esto no es una negociación. Tú harás lo que se te ordene.

Mi mandíbula se tensó. El aire se sentía más pesado con cada segundo que pasaba. Sabía que, si no jugaba mis cartas con cuidado, las cosas podrían volverse aún más difíciles para mí. Pero también sabía que este no era el momento de rendirme.

Miré al hombre frente a mí, luego a mi "padre". Cada movimiento, cada palabra, era un intento de encadenarme a una vida que no quería. Pero lo único que sentía era una chispa creciente de resistencia.

En ese momento, el sonido de un reloj resonó en la habitación, marcando las horas. El eco del péndulo pareció llenar el espacio entre nosotros, cargado de tensión. Fue entonces cuando vi algo en los ojos del hombre frente a mí: un destello, una sombra que revelaba que no todo estaba bajo su control.

Ese detalle me dio esperanza. No sabía quién era realmente este hombre ni qué esperaba lograr con esta farsa, pero algo en su postura, en su expresión, me decía que no todo en este plan estaba tan sólido como mi "padre" quería que pareciera.

Quizás la grieta que buscaba estaba más cerca de lo que pensaba.