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Al volver a casa, Alexander aparcó a una calle de distancia de mi casa, para no despertar a mi abuela

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Al volver a casa, Alexander aparcó a una calle de distancia de mi casa, para no despertar a mi abuela.

Antes de bajarme, me introdujo en el chat de grupo donde estábamos todos los miembros. Y tras despedirme de él, quedamos en que vendría a recogerme mañana por la mañana para ir a clase.

Caminando hacia casa, tras irse Alexander, sonreí a solas, en la oscuridad de la calle. La débil luz de las farolas, apenas hacía notoria mi silueta en la noche. Las palabras y escenas vividas con Eddy Douglas hace unos momentos volvieron a mi mente. Al parecer, a solas no era tan imponente y serio como era en grupo.

Seguía sin poder sentirme a gusto con él cerca de mí, pero sin duda tendría que erradicar ese sentimiento si quería recibir su ayuda. Y sin duda también, era claro que él sabía en este terreno mucho más que yo. 

Y debía de aprovechar eso.

Al llegar a mi casa, iba a dirigirme a la hiedra de debajo de mi ventana, para volver a subir. Pero un silbido me hizo quedarme estática en mi sitio.

Giré mi cabeza con el corazón en la boca, creyendo que era mi abuela. Pero solté un suspiro de alivio seguido de una sonrisa nerviosa al ver a Melanka hacerme señas desde su casa para que me acercara.

Puse una mano en mi pecho, echando a caminar hacia ella.

Miré por encima de mi hombro, relajándome al ver que las luces de casa seguían apagadas.

-Dime que estabas con un chico, para no preocuparme- dijo cuando, sonriendo, le di un largo abrazo.

Negué, entrando con ella a su casa.

-Es algo mejor que eso- murmuré, cuando me hizo sentar junto a ella.

Cruzó las piernas, alisando otro de sus típicos vestidos. 

Elevó una ceja, con su penetrante mirada sobre mí. Melanka era sin duda una mujer especial. Apenas podías sostenerle  la mirada más de 3 segundos debido a lo profunda que era. Parecía ver a través de ti. 

Apreté los labios, sabiendo en el fondo que no podía desvelar nada acerca del grupo en donde estaba. Así que lo simplifiqué en unas simples palabras.

-Estoy por fin empezando a avanzar en encontrarme- murmuré, obteniendo un fruncimiento de ceño por su parte.

-¿A sí? Cuéntale a la tía Melanka como es eso- susurró, con una sonrisa de oreja a oreja.

Solté una pequeña risa para después mirar mis manos juntas en mi regazo. 

Observé los inciensos prendidos alrededor y las bonitas velas hechas a mano por ella encendidas. 

-Pues... Alexander me está ayudando- murmuré, empezando a ponerme dudosa sobre si podía decirle el nombre de quién me iba a ayudar o no.

Pero Melanka era demasiado lista.

AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora