[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS]
Érase una vez un ángel y un demonio.
El ángel conquistó al demonio con su perversa mirada y el Demonio conquistó al ángel con su inocencia. Desafiando las reglas de sus creadores se atrevieron a enamorarse.
Así como es...
Intrigada esperé una respuesta por su parte, pero sólo pudo suspirar y mirar con la cabeza ladeada la chimenea.
No pensaba disculparme por haber matado a ángeles. No pensaba disculparme aún sabiendo que él formaba parte de ellos. No pensaba compadecerme por aquellos que ni siquiera parpadearían al separar la cabeza de mi cuello.
-Y en cuanto a los primeros amos, decidí dejarlos con vida. -dije apoyando mi brazo en el sofá- Ahora mismo trabajan para mí.
La mirada de Deimos fue tan cómica que eché la cabeza hacia atrás para soltar una carcajada para nada inocente.
-¿Trabajar para ti?
Asentí.
-No me cabe la menor duda de que desean estar muertos en vez de investigando el cómo deshacerme de los ángeles, pero saben bien que ni en el otro lado se librarían de mí. Por cierto, ¿cómo demonios esos desgraciados pueden ver sin-
La mano de Deimos alzándose detuvo mis palabras.
-¿Trabajar para ti?- volvió a preguntar.
Volví a sonreír y asentí con frenesí, como una niña.
Ante tal gesto no pudo evitar llevar una mano al puente entre sus ojos para después apretarlo, riéndose. Deleitada cerré los ojos, hipnotizada por tal bello sonido. La primera vez que escuchaba su risa en mucho tiempo y era algo por lo que había merecido la pena esperar.
Al volver a abrirlos me encontré con su mirada perdida en mi rostro. Negó, divertido.
-Algo que no has perdido es tu manera de sorprenderme. Eres totalmente impredecible. - y sorprendiéndome dio un suave golpe con su dedo índice a la punta de mi nariz- Me alegra el ver que tus ojos no están del todo vacíos.
Eso era un cumplido para mí.
En silencio devolvimos la mirada al fuego. Yo aún reproduciendo su risa en mi mente y él aún intentando asimilar el hecho de que yo poseía control ahora sobre los primeros amos.
-Deben de tener un pacto. Esos tipos desde luego tiene como afición el obtener favores de deidades oscuras. -dijo de la nada, contestando a mi pregunta.
Suspirando elevé las cejas.
Eso no quita lo escalofriantes que lucían con esas cuencas vacías. A veces parecían cadáveres andantes. Cientas de preguntas cruzaban mi mente, interesadas por obtener una respuesta por parte del mismísimo Deimos.
-¿Cual fue el momento exacto en el que supiste que era yo?
No abrí los ojos, a la espera de su respuesta.
Respuesta que tardó un poco más de lo normal en llegar.
-Pensaba que era desde que el corazón de la cabra cayó en tus manos. Pero el momento en el que estuve completamente seguro fue...
