[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS]
Érase una vez un ángel y un demonio.
El ángel conquistó al demonio con su perversa mirada y el Demonio conquistó al ángel con su inocencia. Desafiando las reglas de sus creadores se atrevieron a enamorarse.
Así como es...
Había una idea que empezaba a convencerme demasiado.
Dicha idea era que algo me ataba a Deimos. Algo invisible pero con una resistencia infernal. ¿La razón de poseer dicha idea? Era bastante simple. Tan simple como el mirar en frente de mí.
Mi... espíritu, energía o alma se habían desprendido de mi cuerpo físico, tendido en mitad del bosque. Y al ser consciente de que podía moverme anduve hasta la capilla, para después bajar a la sala. Me sentía demasiado liviana. Elevé una mano en frente de mí a la vez que bajaba las escaleras. Esperaba ver a través de ésta, como enseñaban las películas cada vez que el fantasma salía del cuerpo. Pero no, observaba todo tan nítido como cuando estaba... ¿Viva? No tenía idea de mi actual situación pero las emociones eran algo que habían abandonado completamente mi corazón. Lo habían abandonado para dejar paso... a la nada. Algo no tan diferente como cuando estaba consciente, debía de recalcar.
No supe el tiempo que había transcurrido, sólo recuerdo el haberme desprendido de mi cuerpo y el encontrarme más tarde en la gran sala de la capilla. Si hubiese podido sentir algo probablemente hubiese roto en un llanto de alegría al verle. Al verle sentado. Débil pero sentado al fin y al cabo. Crucé el umbral de la puerta para observar a mi abuela volver a aplicarle más cenizas en las heridas de la espalda.
-Volveremos a dejar esto otra hora y haremos el último cambio. Queda suficiente para otro, ¿no?
Alexander, quien no lucía para nada tranquilo asintió, revisando la bolsa que Hades había traído.
Caminé hasta Deimos para acuclillarme con una amplia sonrisa. Habían cubierto sus partes íntimas con una sábana blanca y con su largo y despeinado pelo, con moratones en el cuerpo y su intensa mirada fulminando la nada... me fue inevitable no dejarme caer al suelo ante lo mucho que se asemejaba a las pinturas de ángeles caídos que representaban en los libros de historia. Sin poder evitarlo tendí mi mano para rozar con las yemas de mis dedos los mechones de pelo rebeldes que caían sobre su frente. Su mirada la cual fulminaba a la nada se paralizó por unos instantes para dejar paso a la confusión. Apreté los labios cuando miró al frente y por unos segundos sus ojos impactaron justo en los míos. Pero acabó por desviar la mirada y haciendo una mueca de dolor al enderezar su espalda miró a Alexander.
-¿Cuánto tiempo a pasado desde que a subido?- preguntó con una ronca y rasgada voz.
Alexander no dejaba de caminar de un lado a otro.
Sus mejillas estaban rosadas y no podía evitar el resoplar de vez en cuando, muestra de que estaba a punto de perder los papeles. Negó con la cabeza a la vez que se asomaba a la puerta abierta para verificar que aún no bajaba nadie.
-Tú has despertado hace una media hora y Hades trajo las cenizas hace una hora por lo que...
