⛥Un Mes Más Tarde.
Mentí.
No creía volver pronto a casa. Y no porque me faltaran ganas, sino más bien porque sabía que debía de avanzar más espiritualmente. De ninguna manera pensaba volver siendo la misma débil Kimberly de siempre.
Habían pasado bastantes semanas desde que hablé con Alexander. Y tampoco hablaba mucho con mi abuela desde que Efona decidió quitarme el teléfono. Concordé con ella en que era una distracción, al igual que la pulsera que llevaba en mi muñeca. Recuerdo exactamente las dudas en mi interior antes de arrojar la pulsera que Eddy me dio a la basura. Pero sabía bien que debía de hacer algunos sacrificios. Y uno de esos sacrificios era no estar impaciente cada noche por mi encuentro onírico con Eddy Douglas.
En cuanto a contacto con alguien a parte de Efona, debía de confesar que estaba siendo un poco difícil estar rodeada casi siempre de cuatro paredes únicamente. Al principio tuve esperanzas de algún día escuchar el pitido del coche de Alexander. Pero al parecer no le ha importado a Alexander mi falta de contacto con él. Ni a él ni a nadie más, al parecer.
Me enfadé al principio, pero más tarde lo agradecí. Ya que dejé de preocuparme por lo que hubiera en Salem. Y empecé a centrarme en lo que había aquí.
En ese momento, era lo más importante.
Y fue a partir de la primera semana cuando me fui dando cuenta de los pequeños cambios que mi mente, sobre todo, estaba adquiriendo.
Y hoy, cuatro semanas después, podía decir orgullosa de la firmeza mental y espiritual que poseía. Gracias a Efona y a sus meditaciones, e de destacar.
Terminé de beber la mezcla que hacía Efona para mí cada noche y me tumbé en el círculo de sal que había formado en su jardín. Estiré las piernas y puse mis manos con las palmas mirando hacia arriba a cada lado de mi cuerpo. Tras treinta y cinco días, me sabía la rutina de memoria.
Lo único que tenía que hacer, era conectarme con mi energía y poder avanzar más en controlarla.
Las manos de Efona se posaron sobre mi cabeza y la escuché recitar la misma oración en latín de siempre en voz baja. Tras acabar, se dirigió hacia el lado derecho de mi cuerpo, donde tenía colocado todo el material a utilizar. Noté que ésta vez, no posicionó sobre mí las siete gemas representando los puntos de los chakras.
Fruncí el ceño y me apoyé sobre mis codos para observar el pentagrama sobre mi vientre con ciertos símbolos desconocidos.
-Ésta vez, creo que estás lista para dar uno de los pasos más importantes- explicó encendiendo con palillos de madera un cuenco con sahumerio de salvia. - E de advertirte que será un poco arriesgado y complicado si no te concentras y pones todos tus sentidos en todo lo que veas, Kimberly.
Apreté la mandíbula.
Lo intentaba. Juro que lo intentaba. Pero al llegar a ciertas situaciones o encuentros durante el viaje espiritual, mi yo interno me obligaba a despertarme cueste lo que cueste. Volví a tumbarme, suspirando.
Pasó el sahumerio por encima del pentagrama y colocó un cuarzo blanco sobre mi tercer ojo. El frío contacto con mi piel provocó un escalofrío por todo mi cuerpo.
-¿Tomaré yagé ésta vez?- murmuré.
Una media sonrisa apareció en su rostro. Y otra apareció en el mío cuando asintió sutilmente.
-Hará que sientas las cosas tres veces más fuerte durante este viaje. Y recuerda, si crees que lo que tus ojos te están mostrando se está saliendo de control, concéntrate en ésta situación y en volver a la realidad- dijo empezando a rociar unas gotas de agua florida sobre mi cuerpo.
Inspiré hondo, fijando mis ojos en el cielo estrellado.
E de decir que me volví un poco adicta al yagé. El yagé es una bebida indígena que solo unas manos expertas saben elaborarla para que proporcione los efectos deseados. Según Efona, varios pueblos amazónicos la usaban para conectarse con seres y Dioses superiores durante sus viajes.
Empecé a consumirla una vez a la semana desde que comencé con el viaje. La primera vez fue caótica ya que dejó salir mis miedos más estúpidos y profundos. Recuerdo haberme pasado tumbada horas en el suelo del baño, agradeciendo el contacto del suelo bajo mi mejilla.
Pero a partir de la segunda semana empecé a poder controlar algunas cosas al tomarla, con ayuda de Efona claro.
Empezó a susurrar palabras extrañas y me obligó a cerrar los ojos para posar un líquido frío sobre mis párpados. Hacía un gran esfuerzo para no moverme, pero e de admitir que tenía unas ganas tremendas de decirle que quería irme a casa. Que echaba de menos a mi abuela y que lo único que quería era estar sentada con ella en la cocina, tomando té y charlando sobre cosas sin sentido. Y lo único que me retenía a hacerlo, era el rostro de Melanka.
Se lo prometí. No podría perdonarme si la fallara. Debía de al menos intentar ganar más firmeza y confianza en mí misma. Cosa que por cierto, me estaba costando bastante ganar. Sí, podía estar más firme espiritualmente, pero en cuando a mi mente, era algo que estaba costando un poco de entrenar.
Pero siendo francos, tampoco me podía quejar de que no veía resultado alguno, porque sí lo veía.
Efona empezó a tararear una canción a la vez que posaba su mano debajo de mi nuca para alzarla delicadamente y llevar el vaso con el yagé a mis labios.
-Respira, cierra los ojos y haz una cuenta atrás mentalmente.- me indicó.
Terminé de beber y volví a apoyar mi cabeza contra el pasto verde. Casi al instante empecé a sentir mi sangre empezar a alterarse bajo mi piel. Era impresionante el rápido efecto que poseía esta bebida. Apreté la mandíbula cuando volví de nuevo a sentir un ardor casi insoportable nacer de mi estómago y empezar a expandirse por todo mi cuerpo.
Formé mis manos en puños alrededor del pasto e inspiré hondo para empezar a contar mentalmente de 100 para atrás.
Lista para lo que fuese que estaba listo para mi.
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AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|
Romansa[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS] Érase una vez un ángel y un demonio. El ángel conquistó al demonio con su perversa mirada y el Demonio conquistó al ángel con su inocencia. Desafiando las reglas de sus creadores se atrevieron a enamorarse. Así como es...