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-¿Hades?

Seguí la mirada de Alexander para posarla en el ave volando al lado de mi ventana.

Fruncí el ceño.

Llevaba bastante tiempo sin verlo, a decir verdad. Su plumaje negro brillaba bajo la luz de la luna y cuando sus penetrantes ojos hicieron contacto con los míos, sentí un escalofrío. Su mirada duró unos segundos antes de planear con las alas y alejarse de nosotros.

-Sin duda alguna Eddy está cabreado.- escuché susurrar a Alexander.

Le miré con el ceño fruncido.

Llevábamos más de cuarenta minutos en la carretera y ese era el primer tema de conversación que se manifestaba.

-¿Porqué a enviado a su mascota?- pregunté, buscando a éste con mi mirada pero sin volver a dar con él.

-Hades es sus ojos y oídos.

Apreté la mandíbula e hice una mueca al querer acomodarme mejor en mi asiento. Sin duda no le estaba dando cuidado alguno a mi espalda y me estaba empezando a pasar factura.

-¿Desde hace cuánto que conoces a Eddy?- pregunté, intentando sacar suficiente información para ahogar las voces que me decían que había algo sospechoso y peligroso en él.

-Desde...- se encogió de hombros, dando golpes con sus dedos sobre el volante- Desde la iniciación que tuve, al igual que tú.

Asentí para mí misma, cerrando los ojos y apoyando mi cabeza contra el frío cristal de la ventana.

Me dolía bastante el hecho de que el propio Eddy me haya escondido cosas. Desde el principio sentí una fuerte conexión con él, sobre todo por cómo parecía comprenderme sin esfuerzo alguno. Por cómo nunca me juzgaba e intentaba ayudarme. Pero... ¿ahora? Ahora no podía dejar de pensar en qué me estaría ocultando. Mi mente daría lo que fuera para conocer tal cosa, pero mi corazón no dejaba de advertirme de que no me iba a gustar nada ese terreno si decidía pisarlo.

Alexander de vez en cuando pasaba su mano por su cabeza rapada. En los últimos minutos conté más de veinte veces, cosa que comprendía. No tenía idea de mis planes ni de lo que cruzaba mi mente, pero confiaba en mí. Y yo hacía mi mayor esfuerzo para confiar en éste momento en él.

Al llegar a Aumsville pudimos llegar a la casa de Efona gracias a mi GPS. Una vez que apagó el motor del coche en frente de la casa de ésta quise bajar del coche, pero la mano de Alexander sobre mi muslo me lo impidió. Dudé en mirarlo, pero finalmente me decidí por hacerlo.

-Esto... esto es un caos. Soy consciente- asintió, mirando a la nada- Pero te pido que confíes en mí. No tengo idea de cómo ayudarte en esto, Kimberly. Siempre e logrado ayudarte en todo, pero me siento bastante frustrado en ésta situación.

AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora