[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS]
Érase una vez un ángel y un demonio.
El ángel conquistó al demonio con su perversa mirada y el Demonio conquistó al ángel con su inocencia. Desafiando las reglas de sus creadores se atrevieron a enamorarse.
Así como es...
Y menos gracia me hizo aún esperar a que anocheciera en el coche ya que eso suponía escuchar las locas teorías sobre lo que podría ocurrir.
Nos encontrábamos en frente del mismo bar en donde tuvo lugar la reunión con los primeros amos. Observaba la puerta negra con cierto malestar en el estómago. No me resultaba agradable el recordar cómo salí de allí la última vez.
-No puedo creer que esté sucediendo esto. -gruñó Jacob, apoyando su cabeza en el hombro de Richard.
Éste último le dio unas palmadas en el hombro para animarlo.
A mi lado se encontraba Tracy, quien no había parado de mover sus piernas en horas. Los nervios eran dueños de su sistema, al igual que del mío.
Anoche, tras lograr calmarla procedimos a llamar a los demás. El señor Douglas nos anunció más tarde la reunión que tendría lugar la noche del día siguiente. Todos se encontraban alterados. Incluso Deimos, quien no quería demostrarlo del todo. Comprendía el hecho de que la muerte de uno de los primeros amos suponía la selección de uno nuevo, ¿pero cuán horrible podría ser ese nuevo amo? No comprendía su preocupación del todo pero me contagiaban la preocupación con sus gestos.
Sentía de vez en cuando la fría hoja de la daga rozar mi cadera. Todos llevábamos las togas y las capas, con las dagas escondidas y listas para usarse en caso de tener que defendernos. Debía de admitir que me incomodaba más el volver a reunirme con las demás órdenes.
Al fin y al cabo los primeros amos seguían recordando mis amenazas.
-¿Para qué nos habrán citado? -pregunté, posando mi mano sobre el muslo de Tracy.
Eso no bastó para cesar sus nerviosos movimientos.
-Han citado a las otras siete órdenes también por lo que lo más probable es que sea para anunciar oficialmente la muerte del primer amo y explicarnos las próximas medidas a tomar. -explicó Deimos desde el asiento del conductor.
Su perfecto perfil encaraba la oscura y oxidada puerta.
-¿Podemos regresar? -preguntó Alexander, apoyando su frente en el hombro de Tracy.- Podríamos decir que no recibimos notificación alguna.
-Eso pondría en un compromiso a mi padre. -contestó ella.
Rodé los ojos a la vez que mordía mi lengua.
-Que le den.
No pude evitar sonreír.
Jacob llevaba mucho peor que yo lo de morderse la lengua. Le di unos suaves toques en su tobillo y éste abrió los ojos para mirarme.
