Sin darle tiempo a decir nada más, me dirigí hacia mi habitación.
Dejando la maleta sobre la cama, deshice mi coleta para mirar alrededor con una sonrisa. Mi habitación seguía luciendo tan acogedora como siempre, solo que le faltaba un poco de desorden en mi opinión.
Decidí cambiarme de ropa y atreverme a vestir dos de las prendas más ceñidas de mi armario en ese momento. Unos pantalones negros de licra y una camisa de tirantes blanca y con encaje para nada indiscreto. Decidí calzarme mis mejores botas negras y tras conjuntar todo con una chaqueta de cuero, decidí dejar mi pelo suelto. Acercándome al espejo de mi baño, puse un poco de gloss sobre mis labios y terminé con un poco de máscara para pestañas.
Duré varios segundos mirándome fijamente en el espejo. Este estilo para nada me quedaba mal. Pero para nada mal...
Tras darme un último vistazo, metí mi móvil en mi bolsillo trasero y cogí las llaves de repuesto de la puerta de entrada. Bajando las escaleras, tarareaba una canción cualquiera.
Me dirigí hacia la nevera y me serví un vaso de agua, el cual me lo bebí entero de golpe. La mirada de mi abuela no se desviaba aún de mí.
-Creo que tengo que ir a ver a Alexander- dije de la nada, formando una gran sonrisa.
-¿No será mejor dejarlo para mañana? Es un poco tarde- sugirió siguiéndome hacia la puerta de entrada.
Me detuve y la miré por encima del hombro.
-Creo que tengo que ir a ver a Alexander- repetí, con una sonrisa y mirada firme.
Y ante eso solo pudo quedarse quieta en el umbral de la puerta, observando cómo me alejaba con un caminar seguro.
Caminar en la oscuridad de las calles no me vino para nada mal.
Los pensamientos se encajan cuando uno pasea de manera solitaria. Dejé que mis pies me guiaran y no me sorprendí al acabar delante de la capilla abandonada. No había luna esta noche por lo que todo era bastante oscuro.
Caminé hasta estar en el centro de la capilla. Suspiré, intentando recordar los pasos que realizó Alexander la primera vez que me trajo aquí. Me agaché hasta dar con el centro del círculo, donde metí mi dedo índice en el pequeño agujero que había en el centro de éste. Fruncí el ceño cuando mi dedo tocó algo metálico y tras dudar un poco, decidí hacer presión. Efectivamente había un botón dentro.
Alrededor de éste apareció una pantalla azul anclada al suelo. Maldije cuando pidió una contraseña. Alexander no me dejó ver los números que pulsaba aquel día. Allí agachada, miré alrededor, intentando pensar en alguna clave. Probé primero con 6666. Y luego con 7777. Pero ambos me dieron error. Pero cuando, desistiendo, pulsé 0000, funcionó.
-¿Me estás fastidiando?- susurré con una sonrisa irónica cuando el suelo empezó a moverse bajo mis pies, para dejar paso a las escaleras que conducían a la sala.
ESTÁS LEYENDO
AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|
Dragoste[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS] Érase una vez un ángel y un demonio. El ángel conquistó al demonio con su perversa mirada y el Demonio conquistó al ángel con su inocencia. Desafiando las reglas de sus creadores se atrevieron a enamorarse. Así como es...