23⛥Rare

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Fue casi al instante.

Casi al instante en el que puse mi cabeza sobre mi almohada, entré en un sueño profundo. Al abrir mis ojos, me encontraba en un desierto. Hacía bastante frío debido a que era de noche. No había sol que quemara la piel. 

Los dedos de mis pies descalzos se encogieron con el tacto suave de la arena. Me arrodillé para coger un puñado de ésta y deslizarla lentamente entre mis dedos. 

-Una noche bastante calmada, ¿no crees?

Aún estando dormida, sentí el corazón detenerse unos breves segundos. Me puse de pie al instante de escuchar su voz. 

Fruncí el ceño, cuando él, sonriendo orgulloso con una media sonrisa, empezó a caminar en círculos alrededor de mí. 

-¿Qué haces en mis sueñ-

Y me frené a mí misma, apretando la mandíbula y maldiciendo interiormente al observar mi muñeca derecha.

La pulsera.

No me la había quitado.

-Sabía que no te la quitarías- murmuró, deteniéndose en frente de mí. 

Volví a subir la mirada tras repasarle con la mirada lentamente. Lucía exactamente igual a como lo dejé en la estación. 

La luz de la gran luna llena en el cielo, realzaba incluso aún más sus profundos ojos oscuros y sus pómulos marcados. Pude haberme quitado la pulsera en el sueño, despertarme... Pellizcarme, pero en lugar de eso, me limité a sonreír con burla.

-¿Has dormido con la ropa puesta?

Le sorprendió el tema sobre el que decidí hablar. 

Elevó una ceja y bajó la mirada hacia su ropa. Cuando volvió a cruzar la mirada conmigo, una amplia sonrisa adornaba su rostro.

-Mañana me aseguraré de dormir en ropa interior... entonces- dejó salir en un ronco susurro. 

No era un sueño. No podría serlo.

¿Acaso podía en un sueño, sentir cómo cada vello de mis brazos se ponía de punta? ¿Porqué se sentía todo tan... vivo? Sentí mis mejillas ponerse rojas. Decidí echar a andar para que no pudiera darse cuenta de ello. Quité la imagen que, por su culpa, se había formado en mi mente. No podía dejar que esa clase de pensamientos cruzaran mi mente. 

No ahora.

Siguió mis pasos. Sentí su brazo ponerse encima de mis hombros. No dejé de caminar. Era agradable. Bastante agradable. Observé su mano de tez pálida colgar a un lado. Si dirigía un poco la mano a la izquierda, rozaría uno de mis pechos sin duda. No sabía qué reacción tendría yo en ese momento. 

AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora