22⛥Efona

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Mis nudillos golpearon tres veces la pequeña puerta de madera.

Giré mi cabeza al escuchar el canto de algunos cuervos, al parecer, a lo lejos. La amiga de Melanka vivía un poco apartada de las demás casas. Al menos no había bosque rodeándola ya que entonces, hubiese sido imposible localizarla con el GPS.

Alrededor de su pequeña casa, había bastante vegetación. Podría decir sin conocerla aún, que ella misma cultivaba las plantas de alrededor. En la entrada de la casa, había bastantes símbolos de plata atados a hilos y colgando del techo. Escuché un desbloqueo por dentro de la puerta para después, quedar cara a cara con la mujer.

Su pelo largo y canoso, acompañado de su piel pálida y las tiernas arrugas alrededor de sus ojos, hicieron inevitable el no recibir buenas vibras. Llevaba un largo vestido blanco, con sus hombros al descubierto. Cuando esbocé una tímida sonrisa, ella abrió sus brazos en mi dirección.

-Kimberly Willson- soltó en forma de suspiro, con una voz rasgada por la edad.- Yo soy Efona. Llámame como te nazca del corazón. Por aquí, me suelen llamar Madre Efona. 

-Es un placer- murmuré contra su cabello cuando me abrazó con delicadeza. 

Olía a incienso. 

-Es un placer tenerte por aquí. Veo que viniste preparada- sonrió con sus labios rojos, mirando mi maleta. Me sentí avergonzada, pensando en si exageré trayendo ropa para bastantes días- No te preocupes, hiciste bien.

Su mano se posó en mi mejilla, acariciándola, y dejándome a mí sorprendida. Prácticamente había respondido a mis pensamientos. 

Puso su mano en mi espalda y sentí mi piel ponerse de gallina cuando entré a su lugar privado. La casa parecía pequeña desde fuera, pero por dentro era bastante amplia. Dejé la maleta a un lado y ella me quitó con educación la chaqueta para colgarla en un perchero junto a la puerta.

-Aguarda aquí cielo.

Caminó descalza y entró a una habitación al fondo del pasillo. Observé a mi alrededor mientras. La luz débil de los focos y la luz de las velas puestas en diferentes puntos del amplia pasillo, no me hacían sentir incómoda.

Hasta ahora, todo era cómodo y tranquilo. Supe que había tomado una buena decisión en el momento en el que ella caminó hacia mí con un bol de metal en su mano derecha y un incienso encendido en la izquierda. Me pasó el incienso de arriba a abajo, pidiéndome de vez en cuando que me diera la vuelta para poder pasarlo por mi espalda.

-Éste incienso es para eliminar toda carga negativa que tu cuerpo a recogido. Siempre lo hago hasta conmigo misma, al entrar por la puerta. Éste es un hogar limpio de energías negativas- me explicó y asentí, observando cómo terminaba de hacer sus movimientos. 

Dejó el incienso apoyado contra el plato blanco de uno de los velones blancos del pasillo. Acto seguido, mojó sus dedos índice y corazón en el bol con líquido y pasó sus dedos por mi frente. Sentí cómo dibujó un símbolo, pero no me dio tiempo a preguntarle, ya que me agarró de la mano y empezó a enseñarme la estancia.

AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora