24⛥The Process

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Pesado.

Estaba siendo un proceso demasiado... pesado. Por no decir casi insoportable.

Digamos que el convertirse en aquello que siempre e deseado, traía consigo primero superar mis miedos... y mis sentimientos adoloridos que se escondían bajo mi piel, pero los cuales Efona supo encontrar y sacarlos a la superficie. 

Lo cual no resultó nada agradable para mí. Pasé días sollozando antes de dormir y haciendo lo mismo durante el día. Las meditaciones por las que me hacía pasar Efona, seguidas de las mezclas de especias y aceites que me hacía ingerir, me estaban llevando un poco al límite de mi aguante.

-Solo tienes que superar ésto, Kimberly. Supera el dolor, y habremos acabado con la parte más difícil- me repetía una y otra vez.

Pero yo, cada vez que visualizaba a mi madre cuando me quedaba inconsciente en la meditación, era incapaz de poder seguir. Incapaz. Conté 17 días exactos. 17 días en los que no mantenía contacto con ninguna otra persona que no fuera Efona. 

Mi abuela me llamaba constantemente pero dejé de coger sus llamadas cuando lo único de lo que hablaba, era de lo mucho que me necesitaba a su lado. Con Alexander hablé el quinto día de mi estancia aquí. Noté algo raro en su voz. Estaba bastante distante.

No me quiso decir nada de la razón por la que estaba así. Y desde entonces, no volví a saber de él. Le llamé y le mandé mensajes. A las llamadas no contestaba, y a los mensajes contestaba con monosílabos. Así que dejé de insistir. 

Tracy era la única que de vez en cuando me mandaba memes que me hacían reír. De vez en cuando me molestaba en contestarla con algunos emoticonos. Y en cuanto a... Eddy... no supe nada de él porque así lo decidí. Me arranqué la pulsera de la mano al día siguiente de tener esa conexión con él en el desierto. No quería seguir teniendo a Eddy Douglas en mi mente en mi estancia aquí. Se suponía que venía a desintoxicarme de todo, pero las dudas de lo que podía estar pasando en Salem y lo extraños que estaban todos, no me permitía enfocarme en lo que tenía que enfocarme.

Cerré la puerta de mi habitación detrás de mí tras acabar de lavar los platos de la cena. Me senté en la cama, pasando una mano por mi pelo. Observé de reojo el teléfono, situado a un lado mío en la cama. Burlándose de mí.

Apreté la mandíbula, decidiendo arriesgarme y llamarlo. Pulsé su contacto y llevé el teléfono a mi oreja, moviendo mi pierna derecha con nerviosismo. Al quinto tono, casi desisto y cuelgo. Pero ocurrió algo que no ocurrió las cientas de veces que le llamé... Descolgó.

-¿Kimberly? 

La confusión en su voz, me dolió. ¿Acaso no esperaba mi llamada después de un largo tiempo sin comunicarnos? O mejor dicho, es mi mejor amigo. ¿Y tras llevar dos semanas sin hablarnos, eso es lo primero que se le ocurre decir?

AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora