Enfrentando al abuelo II

161 13 11
                                    


—Papá contéstame, papá

Fue cuando mi cordura volvió poco a poco dispersando la negrura que aquel estallido había dejado en mí, apenas di un paso hacia ellos, pues el abuelo no se movía, pero el Dr. Tyler me sujeto rodeándome por la espalda con fuerza cruzo sus brazos sobre mi pecho a la altura de mis antebrazos

—Tyler suéltame, no es lo que parece, y... yo solo quiero —eleve la voz arrepentido y asustado abuelo, abuelo Taito reacciona, yo no quería...

—No te voy a soltar, ahora respira como te enseñe.

Le hice caso realizando los ejercicios inhalaba y exhalaba con dificultad mi respiración se mantenía errática, estaba asustado por el bienestar del abuelo, esto había sido un error, ambos habíamos perdido los estribos. Tyler uso un tono firme y claro dirigiéndose a mamá

—Helen, tenemos que llamarle a una ambulancia, ahora mismo para llevar a tu padre al Hospital.

Ella lloraba intentando que el abuelo volviera en sí, cuando lo puso de lado y comenzó a toser, emití un suspiro de franco alivio, intento ayudarlo a levantarse, pero él se giró boca arriba respirando con dificultad, sujetando su mano, le preguntó

—¿Papá estas bien? ¿Qué hago, cómo te ayudo, dime que debo hacer?

El abuelo negó tosiendo —me duele el pecho hija por favor, llámale a una ambulancia,

Mamá se puso de pie y entro a toda prisa a la cocina, escuche con atención su voz forzada para no sonar cuarteada y aparentar tener todo bajo control cuando solicitaba la ambulancia del Hospital Naval y daba la dirección de nuestro apartamento

El Dr. Tyler —me sondeo con un tono dubitativo —puedo confiar en ti, necesito que te quedes aquí donde te voy a dejar tranquilo y sin moverte, mientras yo voy a revisar a tu abuelo.

Asentí, apenas libero mis brazos me quité ese par de lágrimas de angustia punzante con el dorso de mi muñeca y le pedí

—Sí, haré lo que digas, pero por favor ayúdalo.

Conforme se acercaba al abuelo volteo un par de veces para confirmar que yo me quedara en donde me había dicho, así lo hice. El frio de la incertidumbre emano desde el piso, colándose por las suelas de mis tenis, trepó entre los dedos de mis pies y me dejo allí, adherido al piso convirtiéndome en una figura de hielo rígida y a la vez tan frágil, en este momento hasta el más mínimo roce, el movimiento más suave terminaría conmigo estrellándome sobre el piso fragmentado en miles de pedazos, aunque deseara moverme, era imposible el miedo mantenía mis ojos encadenados a cada uno de los movimientos del Dr. Tyler, a las respiraciones entrecortadas del abuelo, mientras le desabotonaban la camisa «mis rezos, pronto se hicieron promesas y suplicas mudas porque, nada le sucediera al abuelo... después de todo era mi abuelo y una parte de mi aún lo quería»

No sé cuánto tiempo permanecí así, sumido en un trance, todo sucedía a mi alrededor, yo solo figuraba como un espectador con una versión no muy certera de los acontecimientos pues por momentos mi mente se evadía, sin embargo, el encanto de ser invisible se rompió en un estrepitoso ruido, los pasos pesados y apresurados de un par de enfermeros, el sonido metálico de la camilla siendo desdoblada sus voces demandantes

—presión 150/100, de inmediato colóquenle el oxígeno, tenemos que estabilizarlo, súbanlo a la camilla, edad del paciente 55 años, hipertenso, alérgico a la penicilina, se comunicaban entre ambos enfermeros. Eso cobro la desesperación de mamá quien no dudo en exigirles una respuesta

—¿Qué tiene mi papá?

—Sra. Por favor, denos espacio y permítanos actuar es prioritario llegar al Hospital con esta presión el señor Novak puede sufrir un infarto en cualquier momento

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora