Una última vez

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POV Dylan

EN EL OTRO LADO.

Hace dos noches, papá había zarpado en búsqueda de respuestas al Valle de los muertos, no existió forma de convencerlo para que me permitiera acompañarlo y por consiguiente, en la mañana del segundo día me encontraba del peor de los genios, evitando roses con el abuelo Orson que era un hombre de mirada apacible y que se mostró comprensivo conmigo, al brindarme mi espacio, después del desayuno me tiré en el camastro debajo del tejado que daba a la ventana de la cocina, frente al muelle, de ese modo, él se sentiría tranquilo de tenerme bajo la mira y yo obtendría tiempo a solas. No escaparía, aunque las ansías por hacerlo me carcomían, se lo había prometido a papá.

Recosté la cabeza sobre el respaldo y me dispuse a intentar algo nuevo, recordar sin estar dormido, hice un par de respiraciones, me repetía mentalmente lo ligero que era mi cuerpo y varias frases de relajación que no sabía de donde había sacado "meditación" y poco a poco me zambullí en los laberintos de mi mente.

1992

SEIS MESES ANTES DEL DESPERTAR DE JEIMMY.

La campanilla de la puerta principal sonó anunciando que un nuevo cliente acababa de ingresar, eran vacaciones de verano del segundo año que Jeimmy permanecía dormido. En cuanto a mí, llevaba ya más de un año trabajando como encargado de la tienda de discos de acetatos en Riviera de dos ríos, y más que un trabajo este sitio era mi refugio de la realidad.

Entre risas y jugueteos, David y Samuel atravesaron la puerta, dos chicos que ahora eran lo más similar que tenía a un ensayo de amigos.

—¿A qué hora cierras esta pocilga, marinerito? —preguntó burlón Samuel, el comediante de ese dúo.

Elevé la mirada, prestándole poca atención para no perder el conteo de los discos que deslizaba entre mi índice y anular —Ingeniería Naval, Samuel, eso es lo que estudio.

—¡Bah! No te pares el cuello con nosotros, Douglas, hablas como si fuera una carrera universitaria, tu título será técnico en Ingeniería Naval lo que se traduce como mecánico de barcos.

Samuel no tenía idea de lo cerca que estuve de ir a la Facultad de Astrofísica en Denver, no podía culparlo, después de todo era poco lo que les contaba, me mostraba hermético respecto a mi pasado, eso no disminuyó el impacto de sus palabras, que aunque me esforcé por no demostrarlo, me afectaran, atrayendo ese torbellino de cavilaciones de los supuestos, de lo que pudo ser mi vida, disipé esos pensamientos, e intenté convencerme de que estaba aquí, porque yo lo decidí, de que está había sido la mejor decisión, para estar al lado de Jeimmy.

Mi expresión se mantuvo imperturbable, pero mi voz ruda e irónica me delató

—Como quieras verlo, es mil veces mejor que ser el eterno hijo de papi, que nada más, no es no es capaz de terminar la preparatoria.

Samuel era el hijo único, del dueño del aserradero, uno de los hombres más acaudalados de Riviera de dos ríos, tuvo la vida resuelta desde el instante en que abrió los ojos por primera vez, lo caracterizaba una arrogancia difícil de tolerar, tenía el cabello lacio color miel, la boca burlona y la postura petulante, a sus diecisiete años ya era un joven de piernas largas y cuerpo bronceado, que creía merecerlo todo con solo desearlo o chasquear los dedos, de no ser por David un chico un año menor que era el único amigo que lo acompañaba a todos lados y uno de los visitantes asiduos a la tienda de discos, yo jamás lo habría conocido.

—Chicos, chicos. No empiecen, a veces creo que en esta relación de amistad solo funjo como su réferi —intervino David.

Samuel subió y bajo los hombros con indiferencia —¡¿Yo qué?! Es Douglas, que no puedo tocarle el tema de la Universidad porque se pone a la defensiva. Ya sabes que yo, todo eso me lo tomó a la ligera, a mí eso de los estudios, me vale.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora