Divisé le estación del tren y a unos cuantos metros por indicación de Antón me cubrí la cabeza con la capucha hasta la mitad de la nariz, como él hizo, se dirigió a la ventanilla para comprar los boletos, en cuanto a Boly y a mí esperamos a un lado de la vía junto a una de las bancas más alejadas de la estación, aunque me pareció una medida de prevención exagerada ya que el sitio estaba desierto. Boly olisqueo los alrededores de la banca dio varias vueltas y finalmente se echó a los pies de está. El silencio imperante me permitió escuchar a Antón
-¡¿Qué el ferrocarril de las 11:11?! No puede ser -se lamentó.
-Si señor, es el último del día -contestó el boletero.
Giró la cabeza hacia dónde, aunque sus expresiones quedaban ocultas por la capucha, me transmitió su tensión.
-Pues si es el último, que remedio, deme dos boletos pidió.
Al encaminarse a donde lo esperábamos, elevó su mirada a media estación hacía el reloj empotrado.
Meneó la cabeza negando, se detuvo frente a mí y se retiró la capucha sus ojos claros me develaron su preocupación
-Henry necesito me escuches con atención, debemos tomarlo, pero los pasajeros no son normales.
«No me digas, Antón, normal en mi vocabulario se quedó en los manglares de crías de somormujo», pensé.
Sonó, el primer pitido del silbato del ferrocarril desde un punto curvilíneo de la colina, el humo blanco se elevó, la locomotora se aproximaba a toda marcha, Antón se cubrió con la capucha y su explicaciones fueron apagadas, de nada sirvió que elevara el nivel de su voz al punto de terminar gritando, sus labios se movían y debajo de mis pies sentía las vibraciones de los tablones de madera que formaban el piso de la estación, el ruido se detuvo, dejándome escuchar la última parte
-No los veas de forma sostenida, evita conectar con sus ojos y lo más importante su apariencia no es real es...
Tres pitidos más cercanos y el sonido de la fricción de las llantas sobre las vías, fue todo lo que oí.
Asentí convencido de que había escuchado la parte medular de la información.
Rodeando la colina apareció ese armatoste de aceró, el reloj marcó las 11:11 cuando su velocidad disminuyó y poco a poco el conductor apretó los pistones para lograr frenar, los vagones pasaban uno tras otro frente a nosotros, hasta que su andar se hizo más lento y finalmente se detuvo
-¿Me entendiste? ¿Te quedo claro? -cuestionó.
Asentí, aunque no muy convencido de tener todo "claro" pero, con la certidumbre de que el momento de las preguntas ya había pasado, de inmediato las puertas del segundo vagón se abrieron, un hombre uniformado con pantalón de vestir café oscuro y abrigo a juego, el checador, descendió de la escalerilla con linterna en mano nos aluzó directo al rostro.
-Todos a bordo, está es la última parada antes de llegar a "Metrópolis de las luces".
Nadie descendió del tren, Boly como sí supiera lo que tenía que hacer corrió a un lado de Antón y se escondió debajo de su túnica.
Parpadeé en un par de ocasiones, era como si hubiera desaparecido.
-Tranquilo Henry, Boly está bien, digamos que es un truco visual, para que pueda viajar con nosotros.
Respiré aliviado, Antón entregó los boletos y el checador nos permitió abordar en el tercer vagón.
Tomé asiento concentrado en no quitarle los ojos de encima a Antón, para no caer en la tentación de mirar hacia otro sitio; pero debido a que a mi alrededor nada escapaba de lo normal, mi curiosidad fue motivada para poco a poco tomar confianza y llevar mi mirada al pasillo, de allí a los asientos del otro lado y a sus ocupantes, en contra de lo que Antón me había advertido respecto a la apariencia de los pasajeros "que no era real o normal".
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La cuna II parte
Teen FictionEs la continuación de la cuna Titulada El vuelo de las golondrinas Bienvenidos a la segunda parte de la Cuna. donde tendremos el final. Gracias por seguir aquí. Para los lectores que llegaron aquí y desconocen de la existencia de la primera parte...