La cirugía

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Pov Marcus

Abordamos la camioneta en las primeras horas del alba, la bruma blanca, suspendida sobre el lago, pronosticaba un día nublado y lluvioso, la humedad parecía burlar la calefacción y en el aire se respiraba una tensión pétrea que bien podría cortarse con un cuchillo.

Ocupé sitio al lado de mi hermano, la apacibilidad que mostraba me inquieto, para los demás podría interpretarse como resolución y confianza, para mí, que lo conocía más de lo que él desearía, lo que vi en las llanuras de sus pupilas era resignación, la misma que un soldado raso asume al ser llamado al frente del batallón.

Discretamente acorté distancia, me fui acercando desde la ventanilla contraria, donde me senté, hasta quedar a su lado. Su mirada estaba puesta en el desfile de las cortinas de pinos que dejábamos atrás. Puse mi mano sobre la suya y le di un apretón captando su atención.

—¿Sucede algo chaparro? —pronuncio con suavidad al voltear a verme.

Ni siquiera renegué de ese mote fastidioso "chaparro"

—Eso mismo es lo que te preguntó yo a ti —miré sobre los asientos. Matthew se mantenía concentrado al volante y ese enfermero Robert tenía la mirada perdida, en la carretera, pensativo —Sí te arrepentiste de última hora, basta con decirlo. No tienes que hacer esto ¿lo sabes?

Se veía ojeroso, no era difícil advertir que no habría dormido, traía un pants, y estaba enchamarrado.

—Aja y luego ¿qué? —hizo una pausa, se rasco por enésima vez debajo de ese ridículo gorro de lana con orejeras que la nana Mary, le tejió, lanzó una mirada y al confirmar que no tenía la atención de Matthew sobre él, se lo quito, lo dejo en el asiento, se dio un segundo para acomodarse el cabello y entonces continuó —Me refiero a ¿Qué vida me esperaría sin poder valerme por mi mismo? La atrofia de mis piernas no desaparecerá por acto de magia, Marcus. Le tengo más miedo a un futuro sin autonomía que a la cirugía —acotó con determinación.

—Marcus, entiendo que te preocupe por tu hermano y me enorgullece mucho que nos acompañes en este día tan importante, pero te reitero, hijo, que no tienes de que preocuparte todo saldrá bien —argumento mi padre que al parecer estaba más al tanto de lo que sucedía en los asientos traseros de la camioneta de lo que creía.

—Adán ponte el gorro, que hace mucho frío —demando —al mirarlo por el retrovisor, —mírate nada más esas ojeras, te pasaste la noche en vela —lo regaño. —Anoche, no le inyectaste el somnífero como te solicite ¿verdad? —se dirigió a Robert.

—No Doctor, confié en la palabra de Adán, pero no volverá a suceder, por mucho que me lloriqueé, de ahora en adelante inyección que usted me ordene se la suministrare.

Adán le dedico una mirada "de traidor" al buscarle el rostro sobre el espejo retrovisor, misma que el enfermero, eludió.

—Ahora entiendes a lo que me refiero —argumento mi hermano.

Asentí, aunque eso no me resto intranquilidad.

—Ven acá, chaparro —Adán paso su brazo sobre mi hombro, me atrajo hacía él y con un apretón fuerte me dio un beso en la cabeza como cuando éramos niños —voy a estar bien —expresó.

—Basta, me puedes decir porque papá y tú se han vuelto tan físicos —me queje al escapar de sus brazos, sin embargo, no regrese a mi asiento, me quede a su lado haciéndome el enfadado. Sin saber cómo decirle que tenía miedo, de que no despertara de esa cirugía.

E hice exactamente lo contrario a lo que debía

—A mí no me incomoda volver a encargarme de darte tu baño, claro está que por una retribución monetaria comprensible por parte de Matthew o algún privilegio, si no fuera porque te volviste tan pudoroso, en nuestro reto, te habría tallado de pies a cabeza.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora