Marcus
Contemplé los detalles de un estacionamiento desierto, y con el deseo de ser abstraído por el exterior, deslicé la ventana, al apoyar los codos en el borde el silencio acarició mi rostro, entretuve la mirada en la hojarasca que se arrastraba desde el parque, jugueteaba formando remolinos, que se elevaban y avanzaban, danzando entre los espacios vacíos del pavimento con una libertad envidiable. Dirigí un rápido vistazo a mi espalda, la puerta de la habitación continuaba cerrada y la respiración suave de Adán fue indicio suficiente para constatar que seguía durmiendo, saque mi caja de cerillos y encendí uno de mis últimos cigarrillos, la llama prendió, en la punta se vio un ascua roja, inhalé deprisa, el clásico crujido del tabaco entrando en combustión me relajo, exhalé el humo hacia el exterior de la ventana que escapo en un remolino que se desdibujaba al elevarse y desaparecer, disfrutaba del eco del viento entre los árboles y de los últimos rayos del sol, me entregué a esos pensamientos que no compartía con nadie, los que me carcomían por dentro tanto o quizás más que el abismo, como de un tiempo para acá, opté por nombrar a mi inquilino, quien me conocía mejor que nadie: mi oscuridad; hace tiempo que compartíamos la misma piel y su hambre, aunque mal vista por todos los demás era algo que sólo yo comprendía.
Que yo desperté. Mi bestia.
Respecto a mi traspié, que puedo decir, quizás me dedique a la actuación.
Un hijo músico y el otro actor, eso sí que mataría a Matthew, pensé.
En contra de todas las posibilidades Robert, terminó por ceder, en palabras suyas «No diré nada, por esta única ocasión, porque un tropezón es entendible, en tu situación... "tu situación era la forma socialmente correcta para evadir la palabra que nadie se atrevía a escupirme en la cara: adicto, yonqui, alcohólico, drogadicto", pero te estaré vigilando de cerca y tengo una condición, estos meses que tu hermano estará hospitalizado cuando tu padre no este, nada de aislarte en tu habitación».
Sin más remedio, asentí con mi mejor expresión de arrepentimiento, aunque siendo sincero las lágrimas no fueron fingidas y para mi pesar tampoco el sentimiento de insuficiencia cuando en la camioneta ese enfermero me saco la verdad de una forma tan baja en infame, que ya encontraría la manera de cobrársela.
—¿A que huele? —reconocí la voz adormilada de Adán —tiré lo que quedaba de mi cigarrillo por la ventana.
—Hasta que despiertas bello durmiente —dije saliendo del baño.
Me recibió con una expresión cansada, sus ojos enmarcados por ojeras azuladas
—¿Marcus, llegaste hace mucho? —preguntó brindándome un tenue ensayo de sonrisa
Me senté en el sillón reposet que estaba a su lado, entretenido jugando a reclinarlo quedando acostado y activando la palanca para de nuevo quedar sentado
—No tanto —contesté —Detuve mis movimientos que noté exasperaban a Adán, y «antes de que me tildara de ser un hiperactivo» decidí quedar sentado abrí mi bolsa de m&ms deposité dos pastillas en mi mano y las lancé dentro de mi boca.
—Chaparro, esos caramelos no te quitaran el tufo a cigarro, opta por comprarte mentas, mi pasta dentífrica está en el cajón de la derecha y papá me trajo algo de colonia, anda ve al baño, enjuágate la boca y ponte un poco de colonia —me instruyo con camaradería.
—¡¡Mentas, es en serio!! Adán te falta vivir y aprender el arte de engañar a los padres. Menos mal aquí me tienes para enseñarte todo lo que te perdiste mientras dormías. Tu primera lección es: mentas con cigarrillo y alcohol solo hueles más con un leve tufo fresh al final.
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La cuna II parte
Teen FictionEs la continuación de la cuna Titulada El vuelo de las golondrinas Bienvenidos a la segunda parte de la Cuna. donde tendremos el final. Gracias por seguir aquí. Para los lectores que llegaron aquí y desconocen de la existencia de la primera parte...