Una mirada a ambas realidades

163 12 7
                                    


Pov Henry:

El camino que recorrimos Dylan y yo, de vuelta a la cabaña fue en un completo silencio sepulcral, mi muchacho estaba sufriendo lo inenarrable, se mantenía callado y hermético, sosteniéndose de la parte posterior de la motocicleta sentado a mi espalda y al llegar la situación solo se volvió más insostenible. Entre a la cabaña para preparar la cena y darle espacio, podía verlo desde la ventana de la cocina sentado a la orilla del muelle, el ocaso comenzaba a caer, Dylan se había quitado los tenis, los calcetines y se había subido el pantalón de mezclilla hasta las rodillas, tenía los pies dentro del agua con la mirada perdida al frente; los últimos rayos del sol le daban sobre la cara, decidí preparar algo rápido, detestaba verlo tan abatido, cuando los "hots dogs" estuvieron listos los puse sobre la mesa junto con su refresco favorito e incluso coloque un par de cervezas, pero cuando lo llame, solo lo vi tomar sus tenis metiendo en estos sus calcetines y caminar de forma autómata al interior de la cabaña pasando de largo frente a la mesa, lo llame intentando detenerlo.

—Dylan, hijo ve a lavarte las manos para cenar.

Lo único que recibí como respuesta fue su puerta cerrándose al fondo del pasillo, cuando entré a su habitación la luz ya estaba apagada y el arrebujado entre las cobijas, decidí no presionarlo, su estado de ánimo depresivo era más que normal, solo cerré la puerta tras de mi deseándole

—Buenas noches hijo.

Pov Dylan:

Me preguntaba si Jeimmy ¿recordaría toda la travesía que habíamos recorrido juntos, ahora que había despertado? ¿sí me extrañaría? quizás lo mejor era que no recordará nada, no quería que la añoranza de mi recuerdo empañará el júbilo de estar de nuevo despierto.

Perdí mi mirada sobre las vigas que creaban estructuras de madera apolilladas, paralelas que se asentaban sobre el techo. Y suspire imaginando, la cara de emoción que mamá debió poner cuando Jeimmy abrió los ojos de nuevo, me habría encantado estar allí; me preguntaba ¿sí habría llorado? seguramente sí e incluso para enojo de mi hermanito lo debió llamar bebe o pequeño, llenándolo de besos sin importarle quien estuviera presente en la habitación, en ese instante comprendí lo mucho que extrañaba nuestra vida juntos, a mi familia, no, no era una vida perfecta, pero era la mía.

Me volteé boca abajo, cerrando los parpados y apretando la cara sobre la almohada, no quería llorar, ni continuar sintiéndome tan melancólico, debía estar feliz, después de todo lo habíamos logrado. Mi hermano tendría una vida plena y larga. Entonces porque me sentía así, arrastrado por un torbellino de sentimientos que me hacían ascender a la euforia, por un segundo una felicidad desbordaba inflaba mi pecho para después caer en picada hundiéndome en la tristeza completamente abatido, sin poder definir con exactitud, el porqué, era consciente que lo más lógico se inclinaba a no poder estar con ellos, sin embargo era una sensación más fuerte que mera añoranza... dentro de mi pecho se instauraba una impasibilidad que no parecía tener sentido, intente ignorarla pero esta no parecía dispuesta a abandonarme.

Sacudí ligeramente la cabeza acomodándome dentro de los edredones. Necesitaba dormir, no importaba que apenas fueran las 7:30 de la tarde, quizás así esta desagradable angustia ya no estaría allí por la mañana, además me preguntaba ¿A dónde iríamos papá y yo? ¡A caso nos quedaríamos aquí, estacionados de forma indefinida! ¿Cuál era el siguiente paso en el camino?

Muchas veces me pregunte sí había algo después de la muerte, sin embargo, mis inclinaciones ante la ciencia como única respuesta lógica y racional no dejaban mucho espacio a creer en un cielo o paraíso, pero ese era el Dylan de antes, ahora con todo lo que había experimentado podía hasta de creer en caballos alados.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora