Paradigmas II

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POV Matthew.

De vuelta a casa, Adán iba dormido en los asientos traseros de mi Datsun, no era tan cómodo como la camioneta, sin embargo, eso no impidió que él se acomodará y en cuestión de minutos estuviera dormido, me alegró, ya que me preocupaba que esas pesadillas derivaran en que adquiriera una negación a dormir.

«Más tarde, me confesaría que bajo la luz del día, no tenía pesadillas».

Conduje y al hacerlo unía en mi mente los puntos de lo que mi hijo me contó con la forma que esas "experiencias" por llamarlas de alguna forma, del mundo que se construyó en su mente se entrelazaban con sus carencias y temores de su último año previo a quedar en coma, estructuré todo mi análisis desde un espectro racional

Muy lejos estaba de advertir, que esa misma noche toda la concepción de las leyes que creía que regían el Universo, estaban por caer frente a mí, como una torre de naipes.

Opté porque Adán se quedará esa noche a dormir en las habitaciones de la clínica de nuestra residencia, la noticia formo una sonrisa radiante en su rostro, estar acompañado por Jeimmy, considere que le ayudaría sin mencionar que el colchón de la cama de su habitación tras ser lavado seguía mojado, secándose en el jardín. Estaba descubriendo muchas cosas que desconocía de Adán, como lo bien que ya se manejaba con las muletas, así que cuando me dijo que quería ir por unas cosas a su habitación «cosas que requería para ir a la cama». No me torné invasivo, lo dejé ir y venir con su almohada, su guitarra y finalmente con el pijama puesto, la distancia era mínima solo debía atravesar la sala, la puerta de la clínica se encontraba del otro lado, dentro de la residencia. Estaba sentado en el sillón reposet cuando entró.

Me apresuré a bajar las barandillas de la que sería su cama. Prefirió quedarse sentado dentro de la cama con dos almohadas a su espalda, llevé el edredón hasta su cintura y me senté a borde de la cama.

—Supongo que aun quieres que te cuente de las pesadillas —tanteó.

Asentí y lo miré expectante.

—Hummm. La hemos pasado en grande hoy, no quiero que se arruine —dice intentando darle la vuelta al asunto.

—Era un trato Adán, pero sino confías en mi lo entiendo

«Es bajo lo sé, recurrir al chantaje emocional de padre herido, pero qué más da si funciona».

—Va, ya te lo contaré —realizo una pausa y aspiró hondo —No son pesadillas, me refiero a que no son varias, es solo una recurrente, siempre inicia de la misma forma con un día soleado, estoy sentado en la banca de picnic de espaldas a la residencia recargo la espalda y apoyo los brazos en el borde de la mesa, las aves cantan y el oleaje es suave, de repente como sucede en los sueños, todo da un giro sin sentido, el sonido de las aves desaparece, el murmullo del viento entre los árboles se detiene, no se escucha ni un solo sonido, incluso los insectos guardan silencio, es el preludio de que un depredador acecha, todos los que nos hemos internado lo suficiente en un bosque o como es nuestro caso que vivimos insertados en uno, sabemos que esta es la señal inequívoca de que algo no marcha bien.

No tengo tiempo de plantearme si estoy despierto o dormido, el tiempo se recorta, unos dedos invisibles y gélidos se deslizan desde mi nuca, descendiendo por toda mi espina dorsal con la velocidad de la corriente eléctrica un escalofrió me recorre en una sacudida, es cuando el paisaje se modifica, el sol se zambulle en el horizonte, abriendo paso a una oscuridad profunda e inquietante, en lo vivido que aparenta ser la experiencia, logro discernir que es una pesadilla, aunque eso no disminuye el horror, ya que sin importar lo que haga, él está por llegar.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora