Gorrión

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Pov Jeimmy

—¿Adán qué haces con ese cuadernillo? Es mío, devuélvemelo —le exigí.

Él se paseaba apoyado en sus muletas por toda la habitación ojeándolo a placer. Llevaba desde la tarde anterior esperando por un descuido mío, para saciar su curiosidad y vaya que era persistente en preguntar ¿Qué tanto dibujaba?

Al principio mi respuesta, aunque cortantes fue amable, «es privado» pero solo alimento más su curiosidad, detonando su insistencia y logrando que terminara contestándole con los labios fruncidos, un infantil «que te importa» que solo lo hizo sonreír divertido por sacarme de quicio, asirse a sus muletas y levantarse de los pies de mi cama para ir a sentarse a la suya, tomar su guitarra y dedicarse a afinar las cuerdas, debí saber que era parte de su embuste, sin embargo estaba demasiado concentrado dibujando, cuando di por terminado ese último trazo del día, lo coloque sobre el buró que separaba nuestras camas, olvidando su obsesivo interés de hace un rato; «qué reflejos», pensé. En el momento que se giró, como un ave rapaz y lo tomó, fue tarde cuando estiré mi brazo para intentar arrebatárselo.

—¡Adán ya dámelo! —demande elevando la voz, exasperado.

Sabía que no podía levantarme de la cama para ir a quitárselo y se aprovechaba de esa ventaja.

Aunque no tardó mucho en dar la vuelta, regresar al lado de mi cama y sentarse alargando su mano para devolvérmelo, sé lo arrebate y lo pegue a mi pecho de forma recelosa. No dejaba de verme atónito. Se frotaba la barbilla, analítico hasta que decidió romper el silencio.

—¿Por qué no querías que los viera? —elevó la voz, emocionado Son muy buenos. No sabía que fueras pintor ¿Dibujas desde niño?, ¿has tomado clases? Jeimmy son magníficos. Aunque ahora me siento un poco relegado, ¿no confías en mí?

Puse los ojos en blanco y le apunté con el dedo índice—No, ahora no te vas a hacer tú el ofendido, confió en ti Adán, pero debes entender que esto es algo que no pensaba compartir con nadie a eso me refería con privado por sino comprendes el significado de la palabra —expresé con ironía.

Continuó con su pose de psicólogo amateur.

—Creo saber lo que estás haciendo, yo lo hice cuando desperté: cerrarme, pero conmigo no es posible, ambos recorrimos un camino paralelo y puedo reconocer casi todos estos sitios, cada uno de esos dibujos son del "otro lado", no intentaras engañarme ¿o sí? —me cuestiono —enarcando una ceja y después me alabo —la forma en la que captaste la esencia del somormujo y de esa recolectora, no te mentiré me erizo la piel, desenfrasco recuerdos inquietantes.

—Por eso no te los quería mostrar, sabía que lo reconocerías, y no puedes hablarle a nadie de esto —le advertí con un tono de súplica.

Arrugó el entrecejo cruzándose de brazos con indignación —Me ofendes Jeimmy, ya habíamos quedado en que todo lo referente al "otro lado", sólo puedo hablarlo contigo cuando estemos a solas y a los demás ni una palabra, aunque eso signifique que todos crean que estoy pirado, ya lo acepté es tu decisión, aunque sí quieres mi opinión es un error.

—Pues no. No quiero tu opinión —espete.

—Bueno entonces te contare, como me sentí cuando desperté.

Negué y asentí resignado, sabía que Adán era hábil cambiando el sentido de las palabras, dando algunos giros a la conversación para finalmente exponer lo que desde un inicio era su punto y lo dejé continuar, después de todo, él lo hacía con la mejor intención:

—Verás al despertar, lo único que quería era mirar hacia el presente, todo se tornaba como sentimientos encontrados por un lado estaba feliz de estar de nuevo aquí, en mi casa, de ver a mi padre, de tener una oportunidad de vivir, pero por otro lado había mañanas en las que despertaba lleno de amargura, resentido con la vida. ¡Siete años! fue lo que el coma me había robado y al volver ¿qué tenía? unas piernas atrofiadas, una adolescencia que paso de mí mientras yo dormía y miles de sueños en pausa. Literalmente esto es como volver a nacer, debes re aprender muchas de las cosas más simples desde cero.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora