Una canción para Matthew

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Pov Jeimmy

Tras permanecer varios minutos entre los brazos del Dr. Matthew, Adán se despegó de su pecho —lo miró y con discreción y un movimiento rápido de sus ojos apuntó hacía nosotros, incomodo.

—Estoy bien, papá —murmuro.

El Doctor asintió, se puso de pie y con una expresión de seriedad bastante mal actuada.

—A todo esto ¿Adán, se puede saber qué haces aquí en lugar de estar en tu habitación? —le preguntó.

—Amm, yo ¿Qué hago aquí? —viró la cara hacía mi cama de forma que el Doctor Matthew no podía ver su expresión y aprovecho para hacer una mueca graciosa de fastidio, por el tono mandón que su padre había utilizado. Me guiño el ojo y volteó entregándole una sonrisa dulce y manipuladora.

—Papá te extrañe mucho, que gran sorpresa, llegaste un poco antes de lo que calculábamos.

El Doctor Matthew cruzo los brazos y comenzó a dar golpecitos con el pie derecho impaciente por una respuesta conforme la velocidad del zapateo incrementaba, su ceño fruncido se hundía más, poniéndome incluso a mi incomodo y nervioso.

—Robert, él te lo explicará mejor que yo —dijo habilidosamente transfiriendo la responsabilidad al enfermero

Quién a un costado de la puerta.

—Dr. Matthew, verá es que sucede que lo esperábamos más tarde —respondió —haciéndose el sorprendido—.

—Es que acaso hay eco aquí. Eso ya me lo dijo Adán, ahora me quieres dar una explicación del porque mi hijo se encuentra aquí en las habitaciones de mi clínica, cuando mi indicación fue clara, debería permanecer castigado, confinado en su habitación hasta mi regreso.

—Aguarda, papá, fui yo el que insistió. Si debes enojarte con alguien es conmigo, lo siento es que hacía mucho calor y sabes que detesto el encierro y yo...

Mamá, que hasta ese momento se había mantenido al margen, intervino.

—Es suficiente señores, les debería dar pena hacerle una broma tan pesada a esta dulzura de jovencito, que no sienten culpa de la carita de aprensión que le provocaron.

—¡Helen! —se quejó Matthew —con un esbozo de sonrisa a medio formar.

—Sra. Douglas, apenas venia lo mejor —le hizo segundo Robert.

—Tú no te creas nada, Adán, tu padre le telefoneo a Robert desde el sábado en la mañana para levantarte el castigo, que una vez que contó con tiempo para pensar con calma, no tuvo más remedio que darse cuenta de que había sido excesivo.

Adán entrecerró los ojos y negó con la cabeza —Y yo todavía defendiéndote, Robert —le reprocho haciéndose el afectado. No me lo creo ¡con que una broma! Y yo sintiéndome culpable todo el fin de semana.

El Dr. Matthew y Robert intercambiaron miradas de complicidad.

—Es cierto, incluso el día de hoy me preguntó sino sería mejor que después del desayuno pasara todo el día en su habitación como usted había indicado —nos compartió Robert.

—Adán, que orgullo confirmar que nuestras charlas al final si generaron un sentido de responsabilidad en ti, ya no te preocupes, yo fui demasiado estricto por suerte contamos con Helen quien me ayudo a darme cuenta.

—Espero que Jeimmy tampoco diera problemas —cuestiono mamá.

En un intento no muy bueno de esquivar el tema.

Elevé y extendí los brazos —¡Mamá, no piensas darme un abrazo! Yo también te extrañé mucho, además ya basta de qué, si nos portamos bien, mal, más o menos o regular, esas son pequeñeces, lo más importante aquí es que les preparamos una sorpresa.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora