Capítulo 56

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El sonido de la puerta abriéndose estruendosamente reventó, acompañado de esa orden imperativa

—No te muevas Adán, tú quédate dónde estás.

Sus pasos rápidos y firmes, todo debió pasar en una fracción de segundos pero ante mis ojos sucedió en cámara lenta «como todo aquello que es inevitable frenar» en mi desesperación me abrace al monitor, este al no soportar mi peso, se me vino encima, la gravedad atraía mi espalda al piso mientras yo, solo podía ver como ese enorme armatoste colisionaría sobre mi.

Robert rodeo mi cintura con un brazo y con el otro intento detener el monitor, cerré fuertemente los ojos, sentí un jalón en un movimiento abrupto, el ruido de cristal rompiéndose, un fuerte sonido metálico estallando contra el piso, mi cuerpo aterrizando boca abajo sobre una estructura suave y su respiración agitada sobre mi cabeza

—¿Estás bien Jeimmy? Déjame revisarte.

Abrí los ojos, mis palmas de las manos estaban abiertas sobre la cama, el peso que sentía sobre la espalda cedió cuando Robert rompió el abrazo poniéndose de pie, me tomo de la cintura incorporándome y sentándome

—¿Está bien? ¿No alcanzo a cortarse la cara? ¡Robert contéstame! ¿Cómo esta Jeimmy? —preguntó Adán con un tono alarmado.

—Lo estoy revisando pero al parecer todo está bien —respondió Robert —me tenía tomado del mentón, elevándolo hacia el lado derecho y después girando al izquierdo —la cara la tiene bien, no se hizo un solo rasguño.

—Lástima que el monitor, no puede decir lo mismo —menciono Adán.

—¿Jeimmy, te duele algo muchacho? —respóndeme.

—No, nada, estoy bien —dije, aun aturdido.

Esa respuesta, basto para que Robert frunciera el ceño, me soltara, quede sentado justo en medio entre los pies de la cama y la cabecera cuando él se llevó ambas manos a la cabeza, entrelazando sus dedos en su cabello, me dio la espalda y se agacho un poco viendo todo el estropicio sobre el piso, respiraba pesadamente, se giró elevo la voz y exigió

—¡Alguno de los dos, me puede explicar que diantres paso aquí! Jeimmy en qué momento pase de dejarte acostado y dormido en la cama a encontrarte prensado del monitor a punto de matarte —se froto la sien. —¿A dónde rayos, creías que ibas?

Lo encaré, fruncí las cejas lacerándolo con la mirada pues el temor, la frustración de no haber podido dar siquiera un paso y que alguien que no, tenía más de veinte días de conocer me estuviera regañando de ese modo me rebaso.

—Sí tanto quieres saberlo que te lo diga el niñato ese entrometido, porque yo no pienso hablar —resople cruzando los brazos

—Jeimmy, yo —murmuro Adán, dudoso como quien esta buscando las palabras exactas para dsculparse.

—Tú nada, traidor, ni me hables, sino hubieras empezado a gritar, yo no habría perdido el equilibrio y todo esto jamás habría sucedido así que cállate. «Lo peor es que en el fondo de mi ser, yo sabía que Adán me acababa de salvar, sin embargo, no quería aceptar que fui incapaz de dar un solo paso, que digo un paso, de guardar el equilibrio ... de sostenerme en pie»

Robert elevo su dedo índice —El que se calla, pero ya, eres tú Jeimmy, me encorve, sabiendo que era momento de cerrar la boca aprete los labios viéndolo intentando controlar ese respingo cuando —ordenó

—Adán responde ¿qué fue lo que sucedió? los ojos inquisitivos de Robert lo atraparon —escucho lo de la inyección, de hecho para mi vergüenza al parecer, estuvo despierto todo el tiempo y pues quería huir, yo... yo no quería ser un soplón, solo es que supe que era un disparate, que solo lograría hacerse daño y por eso te llame —respondió.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora