¿Divicarius, el Druida de la montaña o solo Michael?

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Pov Marcus

Aborde el elevador y al instante que las puertas se cerraban mi padre me observo con frustración resignada, existía la suplica en sus ojos de que se lo pidiera «que luchara por mí, que insistiera con otro argumento», para que él interviniera con mayor insistencia, como si solo tuviera que pedírselo para que él, buscara la forma de detener a Meredith, de evitar mi partida o por lo menos aplazarla, y seguramente existía alguna manera, pero si en algo estaba en lo cierto Adán es que me encontraba sumamente confundido y cuando eso me sucedía, yo tendía a salir a toda carrera.

Sé que el esfuerzo que Matthew Mc Neil debió hacer para no perder los estribos, parar el elevador, quitar a Meredith de en medio e incluso estoy seguro que de darle un derechazo a Darren debió ser sobrehumano, no lo dudo ni por un instante por la mirada afilada como hoja de bisturí que clavo en él cuanto lo conoció. "Mantente recto y ecuánime" Era una de sus frases, que ciertamente no siempre aplicaba, aunque en esta ocasión debo admitir que lo hizo con una maestría sublime. Al llegar al primer piso el ya estaba ahí guardaba distancia desde la recepción, sin dejar de seguir nuestro trayecto hasta las puertas de salida, el puñado de policías aguardaban afuera del Hospital solo uno hablaba con mi padre, ese tal Matt y con uno de los médicos que reconocí como el administrador del Hospital que era más ni menos que uno de mis profesores titulares que ante el alboroto causado por Meredith debió acudir, Fabulosa mi suerte o la falta de esta estaba echada, en pocos minutos este profesor le mencionaría de mi rendimiento académico a Matthew, unas cuantas llamadas a servicios escolares, al decano, y lo pondrían al tanto de todo, y cuando eso sucediera mientras más kilómetros me separaran de él mejor, de modo que cuando Darren acercó la silla a la salida, no existía nada que pensar, me puse de pie y aborde el auto.

Meredith no aguardo más allá de que el auto virara fuera del estacionamiento y su esposo tomara la bifurcación para reventar en quejas y envanecerse en alardes de su llegada espectacular al Hospital.

Desde la parte trasera del auto, ahora menos tenso, lo único que asalto mi mente, era el recuerdo de Adán que se tornó pálido y descompuesto.

—¿Por qué le dijiste eso a Adán, que Mary es su madre, es lo más absurdo que has dicho? ¿No viste como lo afecto, es que no te importa, que le pase algo, lo que pueda sentir?

Sin voltear bajo el visor y arreglándose el cabello me miro atreves del reflejo del espejo.

—Viste la cara que puso tu padre —saco su labial, se retoco los labios y al cerrarlo de nuevo me observo —No me mires así, en ocasiones para ganar existen daños colaterales y si te vas a acobardar o no tienes el coraje de pagar por ellos no estás hecho para ganar —me transmitió con una sonrisa iluminada.

—Es tu hijo, el primogénito, no un daño colateral.

—Solo lo hice para molestar a Matthew y como un distractor, deberías agradecérmelo, no te lo tomes tan en serio, además tu hermano no es tan tonto como para creer algo así.

—Mi hermano está ansisoso por una respuesta, que tomaría por real, cualquier argumento que tuviera un poco de sentido, para entender porque su propia madre no lo quiere.

—¡Tu hermano! —exclamo Darren y me lanzó una corta mirada por el espejo retrovisor —Desde cuando dejo de ser el bulto, el tullido o la otra que me gusta Ah, sí el vegetal.

Lo ignoré —Mamá, te acabo de hacer una pregunta, podrías por una sola vez no hacerte la que no me escuchó —Ah, Marcus, cuantas veces debo repetirte que no me gusta que me digas así «mamá», mi nombre es Meredith, me haces sentir vieja. —Sí lo quiero, a ambos los quiero, hijo —contestó con hartazgo en su voz como si aquella fuera una frase prefabricada que guardaba en su bolsillo para ocasiones incomodas o preguntas cansinas

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora