Las consecuencias de ser Adán

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Pov Adán

Desde el momento en que papá me cargo pude sentir la tensión en su cuello al rodearlo con mis brazos mientras nos conducía a mi habitación, intentaba formular la excusa perfecta, prefabricar alguna mentirilla piadosa, que me ayudara a salir bien librado de esta, aunque era consciente de que para este punto ya me había librado de más de las que mi suerte me permitía, y que en la última ocasión aquella mañana en la que me descubrió en su despacho, una amenaza latente ya cernía sobre mí, las pulsaciones aceleradas de su corazón me decían que debía ser cauteloso, me tensé cuando entrando a mi habitación cerró de un fuerte portazo sin voltear atrás, únicamente golpeando la puerta que había quedado entreabierta a nuestras espaldas con el tobillo, camino a un lado de mi cama y me sentó en el sillón ortopédico, jalo una silla y se sentó frente a mí sin tener idea de que le diría, decidí adelantarme intentando ganar tiempo

—Papá, yo te lo explicare todo, no es para tanto; con un tono tajante me frenó

—No, tú vas a quedarte callado y me vas a escuchar sin interrumpir y solo responderás de forma concisa a lo que yo te pregunte.

Estaba a punto de objetar, pero debió deducirlo en mi expresión, pues elevo la voz dejándome con las palabras atoradas en la laringe

—Nada, ni siquiera intentes buscar una excusa, justo ahora seré yo quien hable.

Se puso de pie y parándose detrás de la silla, se sujetó del respaldo con ambas manos tensando sus nudillos que se tornaron blanquecinos

—He intentado razonar contigo hasta el cansancio, lo deje pasar el día que te caíste por intentar cerrar las puertas corredizas de tu ex habitación de la planta superior, entendiendo que eran tus ansias por recobrar tu autonomía, apenas te di un par de nalgadas bastante flojas la noche que por obstinado te caíste en la regadera y creí que todo había quedado aprendido tras nuestras largas charlas pero sobre todo la madrugada que subiste la escalera de caracol y te colaste en mi despacho, pensé que era hora de tratarte como el hombre que tanto pregonas ser, pero no es posible, no mientras te sigas comportando de una forma tan irresponsable, tal parece que contigo hablar no funciona, así que trataremos esto como lo hubiera hecho con el niño de 15 años, que has demostrado ser, ahora veme a los ojos y respóndeme con la verdad las muletas que encontré en la habitación de Jeimmy, donde por cierto tampoco tenías permitido ir ¿de dónde las sacaste?

Baje la mirada y suspire débilmente

—Papá, no lo hagas, no me trates como un niño, yo... yo su mirada rígida me hacía perder la seguridad por unos segundos, pero no lo permitiría aclare la voz —Yo tengo 22 años.

Exaltó su voz de forma exagerada

—No, no más jovencito, para mí, de ahora en adelante tienes de nuevo, únicamente 15 años que fue la edad en que por tus arrebatos quedaste en coma y mientras no demuestres lo contrario, siendo más maduro, así serán las cosas, ahora— contéstame Adán — me exigió impaciente, me mantuve en silencio

—Está bien no quieres hablar, te diré que es lo que creo que sucedió: las únicas muletas que deje en esta residencia para evitarte tentaciones y protegerte de un accidente se encontraban en mi recamara, dentro de mi closet, las vi allí esta mañana cuando saque mi bata médica y ¿mi recamara donde se encuentra Adán Matthew McNeil? —respóndeme

—Arriba —susurre apenas viéndolo de lado por un breve instante

—exacto arriba, en el segundo piso, ahora dime ¿Cómo llegaste tú solo sin silla de ruedas ni muletas al segundo piso?

—No te pongas así papá, no hice nada peligroso, me mordí la lengua al decir eso, use el elevador.

Papá abrió los ojos de par en par —y vocifero alterado —el elevador que esta descompuesto, te subiste a esa trampa mortal, eso es peor a que hubieras usado las escaleras.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora