Paradigmas I

144 11 15
                                    


POV Matthew

TRES DÍAS DESPUÉS.

Entreabrí la puerta de la habitación de Adán, aguardando a que Robert me indicará con una señal discreta cual era la situación.

No hizo falta que me lo dijera, Adán mantenía la cabeza agachada y con las manos abiertas apoyaba sus dedos sobre sus sienes cubriendo los ojos.

Sin percatarse que lo observaba desde el marco de la puerta

—No le digas a papá, te prometo que no me vuelve a pasar, Robert, por favor —le pedía con voz abatida.

Las pesadillas habían vuelto y con estás las noches de despertar por el sobresalto de sus gritos de terror, la primera noche yo no me percate, al encontrarse mi recamara en el segundo piso, no alcance a escucharlo, fue Robert, quien gracias a que ocupaba la habitación contigua a la de Adán me puso al tanto esa primera mañana, cometí el error de acceder y fingir desconocimiento de lo sucedido, por sugerencia suya, ya que Adán le suplico que le guardara el secreto, solo había sido una noche, no había necesidad de que me enterará, acepté pensando que eso sería todo, un evento aislado y no un tipo de retroceso, los primeros meses tras su despertar del coma, las pesadillas lo perseguían varias veces a la semana.

La segunda noche sin que él lo supiera, tomé mis precauciones durmiendo en el sofá, corrí a auxiliarlo al oírlo en lo que parecía una discusión álgida que cobró potencia cuando abrí la puerta de su habitación, se sacudía de forma violenta sobre la cama, me acerqué, encendí la luz, y me senté al borde, su frente estaba empapada en sudor, me incliné y sujete sus brazos, hablándole con un tono alto para que reaccionara «Adán, hijo, despierta», desorientado abrió los ojos, al verme hizo un esfuerzo por controlarse, por no llorar, aunque el terror estaba plasmado en su expresión desencajada «era solo una pesadilla, estás aquí en casa, vamos a calmarnos», repetí como un mantra, quise ponerme de pie, cuando me sujeto de la muñeca, le avisé que solo iría por una toalla para secarle el sudor, sus dedos dejaron de hacer presión, se deslizaron dejando que entrara al baño, al volver, Robert ya se encontraba en la habitación, había retirado los edredones y parte de las sábanas, Adán tenía la mirada clavada en la mancha amarilla que se dibujaba sobre el colchón, no dije nada, para no incrementar su pesar.

«Que veía en sus sueños que era capaz de provocar que se orinara del miedo».

Me ofrecí para auxiliarlo a bañarse y vestirse, pero él prefirió que lo hiciera Robert como todas las mañanas, estos quince días las sesiones de fisioterapia serían en casa y solo tres veces a la semana, valiéndose del argumento del neurocirujano que le receto reposo, Adán no salió en todo el día de su habitación, «quería dormir y estar solo». Él no era de romper su rutina diaria, mucho menos le gustaba pasar largos periodos de tiempo en soledad, desde que Jeimmy se encontraba en la residencia siempre se las ingeniaba para pasar tiempo juntos, después de sus terapias, los encontraba en la sala o el jardín platicando, en ocasiones sus risas llegaban hasta mi despacho.

No permitiría que se aislara, por sentirse incomprendido, por creer que no podía confiarme lo que experimentaba, era momento de enfrentar el hecho de que esas pesadillas no desaparecerían de forma mágica, solo porque yo las ignorará.

Le propuse dormir en el sillón ortopédico a un lado de su cama para vigilar su sueño, por la manera en la que me miró sé que por un instante balanceo esa posibilidad en su mente, sin embargo, se negó, sé que una de las mayores preocupaciones de Adán era demostrarme que contaba con la madurez para lidiar con un mal sueño, como erróneamente catalogue estás pesadillas en un principio.

Todo empeoró, anoche, la tercer noche consecutiva, pegué un brinco a mitad de la madrugada desde el sofá de la sala hasta su habitación, era terror puro lo que sus gritos mostraban, despertó alterado y descolocado, cuando se calmó, pase más de media hora insistiéndole para que me contará con que había soñado, y solo obteniendo evasivas, el cansancio lo tumbo, pase el resto de la noche a su lado, montando guardia en el sillón ortopédico, alrededor de las cinco de la mañana me ausente unos minutos para ir a la cocina por un café, al volver entreabrí, la puerta de su habitación llevándome la sorpresa de que Robert se encontraba de nuevo retirando los edredones.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora