Un padre ayudando a su hijo

152 15 8
                                    


Pov Dylan

A la mañana siguiente me deslice desde los brazos de papá con cuidado de no despertarlo, mi ventaja era el sueño tan profundo que lo caracterizaba, aún era muy temprano, cuando logre salir de debajo de las cobijas que me aprisionaban, apenas conservando los pants que amenazaron con terminar deslizándose por mi cadera hasta mis muslos en un par de ocasiones; pues al ser de mi padre realmente me quedaban grandes, así que sosteniéndolos con una mano del elástico de la cintura y girándome lentamente del extremo contrario de la cama por fin logre ponerme de pie.

Henry dormiría, mínimo una hora más, ya que, aunque era de levantarse muy temprano durante las primeras horas de la mañana, calcule que después de lo mucho que nos desvelamos debido a nuestra discusión de la noche anterior, tardaría un poco más en despegar los parpados; el amanecer apenas se vislumbraba a la lejanía del horizonte como una delgada y tenue línea amarilla, aproveche para entrar a la cocina y poner la olla del agua.

—Nada mejor que un café negro para despertar —me dije a mi mismo.

Rascándome la cabeza y desemperezándome, estaba acostumbrado a tomar una taza todas las mañanas mientras Jeimmy se alistaba para el colegio y yo preparaba su licuado y nuestros almuerzos para el receso, pero ahora aquí con papá, era un privilegio que debía ganarme. Sí, por ilógico que sonará, el hombre nos atiborraba de comida alta en grasas y carbohidratos, pero insistía en que su madre, la abuela que nunca conocí aseguraba que el café era malo para el desarrollo de los niños ¡Válgame!

La primera vez que me lo dijo y me quito mi humeante taza de café, tirándola por el desagüe de la tarja de la cocina, tuve que morderme la lengua y apretar los labios para no estallar en insultos, enarque una ceja y le aclare

—Yo tomo café, todos los días desde los diez años.

Se giro con un vaso con leche con chocolate y respondió

—Por suerte, ya estoy aquí para corregir ese mal habito "aun eres muy joven" para el café.

Así que ahora después de largos y airados debates con él, me permitía, beber una, cuando tenía suerte dos tazas a la semana y eso siempre por la mañana, en las noches era sí, o sí leche caliente, fría sola y en ocasiones cuando me consentía con chocolate.

Tomé la olla con el agua caliente y la serví en una taza con una cucharada sopera de café, bien copeteada y dos de azúcar, el simple vapor elevándose hasta mis fosas nasales me relajo "quizás después de todo sí era una droga" lo bebí lentamente saboreando cada sorbo.

Henry era mucho más flexible que Helen respecto a muchos temas, me trataba de una forma adecuada a mi edad, pero hasta ayer era en los pequeños detalles en los que, se comportaba como sí quisiera reponer el tiempo con su pequeño Didi, como imponiéndome una hora de ir a la cama, arropándome todas las noches sin excusa ni pretexto y cerciorándose de que todas las ventanas de mi habitación estuvieran bien cerradas; recuerdo que la primera noche que me preguntó si quería que dejara la puerta de mi habitación abierta y la luz del pasillo encendida; fruncí el ceño confundido pensando que bromeaba, pero su rostro convencido de lo que me proponía me dejo con la sonrisa atrapada entre los labios únicamente negué

—No, papá, gracias, de hecho, me gusta dormir sin ninguna luz y sí puedes cerrar mi puerta te lo agradeceré, ya sabes para tener privacidad.

Se llevo una mano a la cabeza y sonriendo se excusó

—Es cierto Didi, lo siento Dylan, a veces olvido que estas creciendo

—No pasa nada papá —respondí girándome de lado y deseándole, buenas noches.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora