Juntos... como siempre debió ser

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Entre los despiadados y estruendosos sonidos de lo que parecía el colapso de todo a mi alrededor; la voz de Dylan se dejó escuchar

—Jeimmy ven es hora de salir de aquí —grito.

Sujetándose del marco de la puerta, papá apareció detrás de él, detuvo la puerta que azotada por el viento luchaba por cerrarse para dejarlos fuera, Dylan atravesó el portal  con dificultad y cuando los dos estuvieron dentro, empujaron la puerta esforzándose por cerrarla, el viento arrastraba sus pies, soplando con una fuerza de vendaval; colocaron ambas manos abiertas sobre esta, haciendo presión, con un esfuerzo sobre humano hasta que la puerta termino cediendo, papá se apresuró a pasar el cerrojo y se recargo de espaldas sobre esta.

Mi hermano corrió hasta donde yo permanecía rígido sobre el tercer escalón

—¿Estas bien, bicho?

Afirme moviendo la cabeza, siguiendo sus reacciones con la mirada.

Cuando papá logro recuperar el aliento, aun respirando agitado

—Cambio de planes, Dylan —aviso

Dylan se giró

—¿Cómo que cambio de planes? —argumento.

La respuesta se hizo escuchar sobre nuestras cabezas, sus pasos seguidos de esos rasguños incesantes y graznidos exigentes que recorrían todo el tejado de un lado a otro de ida y de regreso, estaba intentando entrar, encontrar una tabla floja, una teja desvencijada. Llevando nuestras miradas hacia arriba, hasta que Dylan

Buscando teñir su nerviosismo de un tono de enojo, que ocultara su temor elevo la voz

—No puede ser. Lo único que nos faltaba, ¡¿es qué ese pajarraco, jamás se dará por vencido?! —espetó conectando con los ojos de papá

Yo no me sentía nada bien. Hace unas cuantas horas los cuatro dormíamos apacibles, después de la mejor cena de "Yule" que había disfrutado en toda mi existencia.

Cuando me fui a dormir era consciente de que hoy, sería un día decisivo, pero desde que abrí los ojos todo era caos, estaba mareado con nauseas, mi corazón palpitaba dentro de mis oídos con fuerza y retumbaba dentro de mi pecho; intentando que por un segundo todo a mi alrededor se detuviera, para poder lograr procesar este descenso.

Alce la voz —¿Qué está pasando? ¿Dónde está mamá? ¿Qué le sucede al lago? Y... —balbuce... ¿Qué es eso? —los cuestione.

Señalando de frente al ventanal; llevándome las manos a las sienes, negando con angustia lo que mis ojos percibían y preguntándome en mi mente «Morrigan, me habría engañado».

Dylan que estaba a mi lado me abrazo de forma protectora pegando mi rostro a su pecho

—Cuando despertamos mamá ya no estaba.

Levante la cara incapaz de salir de sus brazos, apoye mi barbilla en su hombro y señale hacia el techo, donde el somormujo continuaba su danza, exasperado por poder entrar.

—Entonces me llevará —pregunte con un tono de afirmación

—Nadie te llevara; papá y yo no lo permitiremos.

Por primera vez las palabras de Dylan no lograron darme calma, sabía que él estaba tan asustado e indefenso como yo.

Fue cuando la vi, parada a unos cuantos metros del muelle... serena, cubierta por su túnica negra observándonos... apacible como sí, siempre hubiera sabido que este sería el final. La tormenta que se recreaba detrás de ella, solo hacia lucir todo aquel espectáculo, mucho más impresionante, al centro la elipse negra giraba, ahora ese pulpo hecho de truenos y centellas parecía tener una boca lánguida, obscura y profunda que azotaba ferozmente las ramas de los árboles, las nubes parecían avanzar directo hacia esa negrura, siendo succionadas, poco a poco ese agujero negro y espeluznante crecía reclamando todo lo que se encontraba a su alcance. "Mi escenario" como lo había llamado Morrigan no resistiría mucho este embiste.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora