Extracorpóreo

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Pov Helen

Tomar la desviación que me llevaba a Denver, siempre era un recorrido plagado de emociones diametralmente opuestas, por un lado, todos los buenos recuerdos de los primeros años de romance al lado de Henry, el nacimiento de mis bebes, su infancia y parte de su pubertad, aún con los pequeños sin sabores de aquellos años, nuestra vida era prácticamente perfecta. Nada que no se arreglara con una llamada de atención elevando un poco más la voz, unos minutos en el rincón o unas cuantas nalgadas, en aquel entonces, yo creía que podía proteger a mis hijos, que tenía la capacidad de controlar el rumbo de nuestras vidas, estaba tan equivocada y esa era la parte difícil de reflexionar:

El después del accidente de Dylan, cuando en contra de toda mi frustración, tuve que aceptar, que yo no tenía el control de la vida, de los acontecimientos y mucho menos de ese percance que había dejado a mi niño en silla de ruedas; y pensar ahora, que ese solo fue el inicio de lo que yo denominé como "el lado B del casete" de nuestra vida.

—¿Todo bien Helen? —me preguntó Matthew, al ver cómo me refregaba las palmas de las manos sobre el pantalón de mezclilla.

Asentí y giré la cabeza, evadiendo el tema

—¿Crees que los niños estén bien con tu enfermero Robert? —le pregunté.

Elevo una ceja —mi pregunta sería ¿crees que Robert, sobreviva a un fin de semana con esos diablillos?

Media sonrisa se formó en mis labios «Matthew siempre lograba hacerme sonreír, incluso en momentos de tanta tensión como este».

Giro el volante, espejeó y me brindo un rápido vistazo

—¿Hace cuánto que no ves a Dylan?

Frote mis labios sobre el dorso de mi mano lentamente, pensativa.

—Creo más de veinte días, pero es que gracias a Dios y a ti, Jeimmy despertó, y bueno sus abuelos están con él, antes, la primera vez que estuvo en el Hospital, cuando tuvo el accidente en motocicleta hace ya casi tres años solo estuvo con su abuelo, pero ahora ambos se turnan para estar con él a diario, pues mi padre no descanso hasta obtener el pase de 24 horas y...

Matthew coloco su mano sobre mi rodilla palmeándola, nuestras miradas se entrelazaron.

—Tranquila Helen, conmigo no tienes por qué justificarte, yo he estado a tu lado la mayor parte del tiempo, sé bien como han sido las cosas y lo difícil que ha sido para ti —dijo en un intento de erradicar la culpa en mí.

Afirme con un movimiento lento de cabeza, dirigiendo mi vista a su mano sobre mi rodilla.

Él nervioso, rápidamente la retiro, colocándola de nuevo sobre el volante sin desprender la vista del parabrisas.

—¿Quieres que te espere en la recepción? —me preguntó.

La camioneta avanzaba por el estacionamiento, le señalé el lugar más cercano para estacionarse y respondí

—Considero que es lo más sensato, no quiero que mi padre mal interprete las cosas y te ponga en una situación incómoda.

—Se hará cómo tú ordenes —me respondió

«Matthew, era todo un caballero, sin embargo, estos últimos meses por ilógico que sonara, con aquellos sueños de "las celebraciones de Yule". Yo me sentía más unida a Henry de lo que en muchos años había experimentado, era como si el lazo que nos ligaba se hubiera reconectado devolviéndome esa inigualable sensación idílica de felicidad, que solo el primer amor me había provisto, el simple hecho de pensar en Matthew como algo más que un amigo, me hacía sentir como sí engañara a Henry con el pensamiento, además, en mi mundo no tenía espacio para más amor, que no fuera el de mis hijos.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora