Ser padre no es sencillo

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Pov Matthew

No iba ni a la mitad de la sala de estar, cuando el recuerdo de los sollozos de mi muchacho debajo de los edredones me hizo arrepentirme, querer dar la vuelta y regresar, abrazarlo y decirle que todo estaba perdonado, que no lo mantendría confinado en su habitación, sin embargo fui interrumpido de mis pensamientos, cuando un hombre desde el piso superior me llamo 

—Disculpe es el Dr. Matthew

Reconocí el nombre de la compañía que contrate para reparar el elevador en el bolsillo de su overol y haciendo memoria respondí:

—Sí soy yo ¿es uno de los técnicos? —pregunte

—Sí señor, espéreme por favor, bajo en un instante para darle los detalles de la condición del elevador. El elevador esta atascado en la planta superior, pero no se preocupe hoy mismo queda, solo necesito dos piezas más, iré al pueblo por ellas y vuelvo en una hora —me especifico.

De inmediato entendí lo que había sucedido

«Subió por el elevador y bajo por las escaleras» Su nombre retumbo en mi cabeza "Adán"

—¿Se encuentra bien? —me pregunto aquel hombre cuando vio cómo me sujete el empeine de la nariz.

—Sí, no se preocupe, de hecho, voy a pedirle otro tipo de modificaciones, quiero deshabilitar el elevador y ve las escaleras principales hacia el segundo piso.

El técnico asintió

—Necesito una reja de herrería completa de piso a techo.

Me observo extrañado

—Es para seguridad de mi hijo, no quiero que tenga acceso a las escaleras —le explique.

—¡Ah! niños pequeños —asumió, yo tengo dos, si ya lo entiendo y con gusto, haré el trabajo.

Moví la cabeza de izquierda a derecha, de arriba abajo negando y asintiendo, eleve los ojos y sin decidirme por ¡cómo responder! me detuve y lo deje que pensara lo que mejor le pareciera. Definitivamente Adán se quedaría en su habitación por lo pronto, le daría un periodo de tres días, para que escarmentara dejaría que siguiera pensando que el confinamiento era hasta el último día previo a su cirugía sin embargo, evaluaría su comportamiento y dependiendo de este, tomaría las decisiones pertinentes, yo era el último en querer tenerlo castigado y menos a puertas de esa cirugía que mantenía mis nervios de punta, quería disfrutar a mi muchacho, pasar el mayor tiempo posible con él, así que esperaba que el susto de la amenaza y el ardor de sus glúteos hubieran sido suficiente para que realmente cambiara, dejara esas ideas "del otro lado" y viviera en el presente.

No podía culparlo por su necedad para demostrar a todos los demás y por lo visto sobre todo a mí que ese sitio existía ya que esa característica de perseverancia hasta el desquicie, la había heredado de mí; pensé en simplemente fingir que le creía, con tal de que dejara de insistir en comprobármelo con lo que únicamente lograba cada vez meterse en más y más líos, por insistir en llamar a Robín y ahora también colándose en mi consultorio para hostigar a Jeimmy; al final determine que eso solo sería alimentar sus fantasías y entonces sí sería imposible frenar todas esas ideas, no permitiría que le llenara a los otros chicos la cabeza de todas estas locuras, porque aquello se propagaría como una peste y ya no solo sería Adán sino mis otros dos pacientes los afectados.

Una vez que el técnico se quedó sumido en su trabajo, aunque el reloj apenas marcaba la 1:30 de la tarde, no pude más, quería ir con Adán, pase a revisar a Jeimmy que dormía profundamente, era lo habitual que los primeros días en lo que se adaptaban a la terapia durmieran un par de horas posteriores a esta, después de confirmar que estaba bien, en silencio para no despertarlo abandone la habitación.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora