¡¿Dónde está Dylan?!

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Pov Matthew

—Matthew ¿Dónde estás?

Escuché a Helen llamándome, por la cercanía de su voz, deduje que se encontraba a escasos pasos del marco de la puerta de la cocina.

—Helen acá en la cocina —la guie, alzando un poco mi tono de voz.

Estaba ocupado poniendo el colador en la tarja y vaciando sobre este la pasta recién cocida, gire la cabeza en el momento que entro y sin perder atención en mi tarea, abrí el grifo del agua, para detener la cocción de los macarrones y lograr que quedaran al denté, se colocó detrás de mí, viendo sobre mi hombro

—Que olor más apetitoso, además de todo ¿sabes cocinar? —me pregunto.

Acercándose y aspirando el aroma a especies, ajo y cebolla, acitronándose que se elevaba desde el sartén que ya tenía listo a fuego lento, halagado elevé una ceja y respondí

—Aprendí, durante mi internado del servicio social posterior a terminar la carrera, —argumente un poco divertido con el recuerdo. —Era eso o comer atún enlatado y cenar sopas instantáneas por un año, por favor, toma asiento —la invite.

Señalando la silla alta frente al desayunador, al mismo tiempo que vaciaba la pasta sobre el sartén. Helen, se mostraba atenta, al verla a los ojos note por un instante que cuando tomo asiento su mirada se veía a momentos sutilmente ausente y pensativa, era evidente que algo le preocupaba, aun así, continúo haciéndome la plática.

—Aprendiste a preparar esa delicia de pasta en tu internado, creí que habías prestado tu servicio social en la zona rural del aserradero —me cuestiono.

Gire con el cucharon en mano, riendo.

—No claro que no, en aquellos tiempos aprendí lo básico, aunque la trucha se convirtió en mi especialidad ya que prácticamente era todo lo que había en esa zona, además de arroz y papas.

Como seguía observándome con aquella expresión a la espera de una respuesta concreta. Suspire recordando lo difícil de aquellos días, cuando aprendí las artes culinarias por necesidad, más que por gusto y dándole la espalda continúe moviendo la salsa, escuche como se acercaba a mí, y una vez que estuvo a mi lado, tome una cuchara limpia, la hundí en la cacerola, serví un poco y la acerque a sus labios; al probar la salsa, abrió un poco más los ojos y asintió en un gesto de que la salsa había sido de su agrado, le compartí, algunos detalles más, conteniendo las imágenes innecesarias de aquellos tiempos

—Siendo sincero perfeccione mis habilidades en la cocina cuando me divorcie de Meredith, debí aprender muchas cosas cuando ella se fue, convertirme en padre soltero en el primer año del coma de Adán, fue complicado y duro, hasta que como bien sabes opte por dejar el Hospital y únicamente continuar dando consulta y aplicando tratamientos aquí en mi consultorio, que pronto se convirtió en una pequeña clínica.

Intentando no sacar temas incomodos, eleve la comisura del labio y argumente

—Como vez, tuvo sus beneficios por lo pronto de hambre no padeceremos.

Helen se relamió el labio inferior y tomando una servilleta

—Eso, me queda claro, la salsa esta deliciosa —contesto sonriendo

—Me alegra sea de tu agrado, pero ahora cuéntame que es lo que te tiene preocupada.

—¿Qué me delato? —pregunto, acomodándose el cabello detrás de la oreja.

—Vamos somos amigos, lo note desde que entraste a la cocina.

Baje el fuego al mínimo y tape la olla, sentándome en la barra del desayunador, ella me siguió sentándose frente a mí y tras un breve silencio.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora