Tercer y ultimo deseo parte II

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POV Jeimmy

Alrededor de las 12: 30 de la madrugada el fuego de nuestra hoguera, resplandecía en todo su apogeo, iluminando nuestros rostros; Dylan dormitaba con la cabeza recargada sobre el hombro de papá, quien en un par de ocasiones ya le había preguntado, si tenía sueño, pero mi hermano negándose a perderse un solo segundo realizaba un gran esfuerzo para abrir los ojos, contener sus bostezos y negar efusivamente con la cabeza, todos estábamos algo somnolientos.

Mamá había preparado un banquete el cual devoramos con alegría, quizás con demasiado aprisa. Hace rato que habíamos llevado de vuelta a la cocina los trastos sucios y lo que sobro de la cena, por lo que ahora estábamos en absoluta contemplación del fuego. Los intensos bostezos de Dylan llamaron la atención de papá, que sin preguntarle lo tomo en brazos sentándolo de lado sobre sus piernas sorprendido al ser despertado, se intentó poner de pie

—No papá, no tengo sueño, aún no quiero ir a la cama —aseguró.

Papá lo abrazo dándole un beso en el cabello

—Nos quedaremos otro rato, pero tú te quedas aquí conmigo.

Dylan le dedico una sonrisa de triunfo, recargando la cabeza sobre su pecho y dirigiendo la mirada al fuego; yo me encontraba demasiado activo dando vueltas y brincando alrededor de la hoguera hasta que pase muy cerca de mamá y ella aprovecho para sujetarme de la mano e imitando a papá me sentó sobre sus piernas

—No mamá, no quiero sentarme mejor vamos a seguir bailando —pedí jaloneándome.

Era cierto parecía un chiquillo hiperactivo de 6 años, saltando y jugando sin parar «Algo debía debérsele a la tarta de chocolate y frutos rojos, me dije»

—Ya bailaste mucho mi vida ¡no crees! ¿no tienes sueño? —me preguntó mientras me acomodaba el cabello hacia atrás

—No —asegure. Dando un prolongado bostezo que hizo reír a ambos.

La temperatura había descendido drásticamente conforme pasaban las horas, aunque el calor del fuego, no nos dejó percatarnos de ello, hasta que el primer copo de nieve cayó a un lado de la hoguera

—señale emocionado —mira mami. Dylan ¡despierta es nieve! —le avise moviéndolo del brazo.

Mi hermano que ya estaba más dormido, que despierto se incorporó tallándose los parpados y levanto la mirada al cielo, su rostro resplandecía y sus pupilas titilaban con el reflejo del fuego; nos quedamos hipnotizados mientras cada vez más copos descendían del cielo. Era la primera nevada de la temporada; anunciando que ya era hora de entrar a la cabaña.

A la mañana siguiente despertamos los cuatro en la cama de mamá, Dylan y yo al centro, papá y mamá a las orillas; la noche anterior nuestros padres solo habían logrado hacernos entrar a la cabaña de forma atípicamente obediente y por ultimo despegarnos de la ventana donde admirábamos embelesados la nevada; debido a que al otro día debíamos levantarnos temprano para ir bosque arriba, donde se encontraba la zona designada para talar y comprar nuestro árbol de navidad y ante la habilidosa táctica de papá que consistió en confiarnos la posibilidad de que los árboles se acabaran, si nos quedábamos dormidos por desvelarnos; aquella noche batimos récord en cepillarnos los dientes, ponernos el pijama y estar en la cama; aunque creo que papá nunca se detuvo a pensar en lo contraproducente de dicha advertencia para él, pues a la mañana siguiente a las 7:00 am Dylan y yo ya llevábamos más de media hora despiertos intentando abrirle los parpados y moviéndolo del hombro y llamándolo con insistentes "papis" que pronto se convirtieron en un exigente y desesperado

—¡Papá ya levántate que se acaban los árboles!

No descansamos, hasta que logramos sacarlo de la cama con ese grito malhumorado

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora