Capítulo 57

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Pov Dylan

En una sola noche recuperé gran parte del camino de mi existencia. Esas huellas de mi historia que, al llegar despertar aquí, el oleaje a orillas del lago borró, aparecían súbitamente, el carrete corría a toda marcha en un ominoso abrir y cerrar de ojos y las imágenes eran determinantes para lograr darle congruencia a mi presencia en este sitio.

Me sentía aturdido, pues obtener recuerdos tan conmocionantes a una velocidad increíblemente acelerada, no fue algo sencillo de asimilar.

Papá me insistió en que intentara dormir, aunque solo fueran un par de horas, al principio no estaba muy convencido, me encontraba ansioso por hablar con el abuelo Orson, pero tras la necedad de papá y meditándolo mejor, justo ahora, había logrado descubrir más en mis horas de sueño que estando despierto, de ese modo y esperanzado en que las piezas claves que me faltaban llegaran de una vez por todas, cerré los ojos, regresando en pocos minutos a ese Hospital, que fue un tipo de nuevo hogar para mí, por los meses posteriores a mi invalidez.

Mi explosión de reproches dirigidos hacia mamá aquel domingo por su constante ausencia durante mi tiempo hospitalizado, había repercutido en su sentido de culpa; y supongo que también tuvo que ver el efecto de la larga charla que tuvo con el abuelo cuando se ausentaron casi dos horas a la cafetería, dando como resultado que ella se quedará tres días más, hasta el miércoles: durante ese tiempo la abuela se encargaría de llevar a Jeimmy al colegio y de quedarse con él en el apartamento.

Cuando me notifico, le insistí en que no era necesario, sin embargo, así era mamá «siempre quería compensarme con aportaciones minúsculas y efímeras de su tiempo, sin entender el trasfondo de mi enojo». Opte por evitarla cordialmente por esos tres días que me regalaría de su presencia: las palabras que cruzábamos con ella eran escasas, concisas, las necesarias y en las contadas ocasiones que por alguna razón nos llegamos a encontrar solos en mi habitación, yo me apresuraba a fingir quedarme dormido. Cuando el abuelo me dedicaba una mirada larga de desacuerdo ante la frialdad de algunas de mis contestaciones hacia ella, yo solo agregaba unas cuantas palabras que endulzaran mi respuesta, él torcía la boca, meneaba un poco la cabeza de forma negativa, pero no interfería, yo sabía que, él tampoco estaba congratulado con como mamá había actuado hacia mí, desde mi accidente, un par de ocasiones entre el adormecimiento del cansancio posterior a las terapias, que me sumía en un sueño pesado, lo llegue a escuchar al teléfono reprochándole por su desentendimiento hacia mí, diciéndole que él podía encargarse de mi en todos los sentidos, pero que el amor de ella, mi madre era algo que no era capaz de suplirse.

Así que, eso me llevo dejarla de lado; y a entretejer ese plan abocado a Jeimmy, que, en mi mente, no sonaba nada mal. Evaluando todas las variables posibles: este martes era el día estipulado.

Mi corazón latía aprisa sabiendo que el momento había llegado, cuando el abuelo me aviso que iría con mamá a la cafetería como todas las tardes para charlar y beber un café, y que después ella se ausentaría un par de horas para ir al hotel y alistar los últimos detalles de su viaje de vuelta a casa, además de llamarle por teléfono a la abuela, todo esto aprovechando el tiempo durante el cual yo tomaría mi siesta posterior a la terapia. ¡¡Sí las dichosas siestas!! que ahora era imposible que me quejara de estas, el hecho era que los parpados se me cerraban cuando me cobijo, no obstante, la ventaja era que este estado somnoliento me ayudaría a no levantar sospechas, y es que esta mañana para complicarme más la situación, Margaret, mi terapeuta había sido implacable con la terapia de rehabilitación, no hubo aparato en el que no me pusiera a desarrollar ejercicios, incluso me tuvo más de una hora dentro de la alberca.

Nada, me detendría ni siquiera el cansancio que luchaba por apoderarse de mi cuerpo, apenas los pasos del abuelo se perdieron en el pasillo, lance la sabana junto con el cobertor, descobijándome, mi silla de ruedas se encontraba justo a los pies de la cama, no sería sencillo, menos con los brazos tan cansados como los tenía ahora, ya que estos se habían convertido en mi mayor punto de apoyo y soporte para lograr moverme.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora