Ya viene

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AL DESPERTAR UNAS HORAS MÁS TARDE.

Me pareció extraño, que, con todo el revuelo causado, Marcus, no se apareciera en el primer piso, aunque solo fuera para fisgonear, escuchar detrás de la puerta y obtener una escueta versión del motivo por el cual, todos, excepto él, se congregaban en la habitación de la clínica. Mamá Mary, que era especialista en brindarme información sin necesidad de que se la pidiera, siempre adelantándose, me confió que fue exactamente el alboroto que captó desde el pasillo superior de la residencia, lo que le hizo dar media vuelta al pie de las escaleras, y optar por pedir que le llevaran la comida a su habitación. Por lo visto «no quería involucrarse». Mary buscó disculparlo y aminorar mis ojos entristecidos, alegando que su visita del día anterior al hospital produjo una decaída en su estado ánimo; según me dijo mi hermano sí pregunto por mí y ella autodesignándose la vocera oficial de la familia, lo puso al tanto de todos los acontecimientos de la noche anterior y el status al día de hoy, en fin de una o de otra forma terminaría enterándose del operativo "atracón" y de las lastimeras y penosas consecuencias a lo que ahora yo catalogué como una de mis decisiones más desafortunadas y carentes de inteligencia, me estaba haciendo a la idea del repertorio que ya debía haber diseñado y armado para convertirme en el centro de sus burlas, cuando del otro lado de la puerta con dos golpes suaves.

—¿Adán, estás despierto?, ¿puedo pasar? —lo escuche llamarme.

«Listo o no, allá venía».

—Adelante —conteste con la voz apagada.

Entra y cierra la puerta, al estar a un costado de la cama, gira el sillón reposet, con aire despreocupado se sienta y reclina la espalda, me dedica media sonrisa.

—Valió la pena —indaga, cruza los brazos y me estudia con ojos minuciosos. No existe juicio en su pregunta sino curiosidad, y si albergaba alguna duda —No busco molestarte me aclara —Es lo que yo siempre, me pregunto en las ocasiones que me dejo llevar y hago algo, que por muy placentero que sea, soy consciente de que es estúpido y me acarreara consecuencias. Al día siguiente me miró al espejo y me pregunto ¿Valió la pena, Marcus?

—Te contó, Mary, los tratamientos que ella y papá implementaron conmigo, anoche y hoy, de la visita matinal de Matt mi gastroenterólogo ¿no? —respondí con otra pregunta.

Realizo un sonido como de un siseo —Sss. Sí, y te compadezco, lo digo en serio, Matty —respondió con el gesto torcido «como adolorido, de solo pensarlo».

—Entonces, ahí tienes tu respuesta —acote con acidez.

La incomodidad de un silencio largo floto en el ambiente.

«Recordé las palabras de Jeimmy "aprovecha la primera oportunidad de acercamiento" ¡En serio! Justamente ahora que todo lo que quiero es desaparecer debajo de los edredones. Si hazlo. Qué más da, allá voy.

—¿Quieres ver televisión?

—¿Te gustaría una partida de algún juego...? —propusimos al unisonó.

—Estoy castigado, y cómo Matthew no tiene muchas opciones porque no es como que me pueda prohibirme salir con amigos o no llegar tarde a casa, en esta ocasión recurrió a quitarme el permiso para ver televisión —le confié.

—Pero, ¡qué le sucede! No le parece ya suficiente castigo, el lavado de estómago y peor aún las dos lavativas que te metió por el...

—Marcus cállate, por favor. ¿Puedes solo no hablar de eso?

—Vale —levantó las manos en señal de paz —Que delicadito.

—Entonces, ¿qué te parece una partida de cartas? —propuse.

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora