Pov Dylan
Al atravesar las puertas de la sala de rehabilitación, gire la cabeza cuando escuche
—Dylan, ahora que tienes sensibilidad en el trasero espero, que te vayas con pies de plomo, una próxima y no te salvas de la palma de mi mano.
—Sí, abuelo —conteste con el calor subiendo hasta mis orejas y enrojeciendo mis pómulos, avergonzado por el par de enfermeras que paso a nuestro lado riendo discretamente al escuchar esa advertencia
—Ahora, que te parece sí aprovechamos el sábado y vamos a comer con tu mamá al restaurant de aquí enfrente
—¿El qué se ve desde mi habitación, en medio del lago artificial? —pregunte con la emoción de un infante
—Ese mismo —respondió sonriendo. —Y después podemos pasear alrededor del lago ¿te gusta la idea? —propuso
—Muchísimo abuelo, todo lo que me saque unas horas del hospital para mi suena genial.
«No era consciente de que estaba soñando o caminando de nuevo sobre lo ya vivido y que había olvidado, todo era nítido, los sentimientos palpables como si fuera la primera vez, sin embargo, las emociones tenían un sabor añejo».
El recinto donde me rehabilitaba era un enorme y complejo centro hospitalario integrado por varios edificios ensamblados como un enjambre, era fácil confundirse y extraviarse en esos pasillos circulares y sus niveles que a mi parecer eran idénticos. Lo que alegraba mis tardes, después de la terapia era el paisaje que me proveía la ventana de mi habitación, en el séptimo piso era privilegiado, desde ahí se alcanzaba a apreciar esa formación de agua artificial con cientos de árboles al fondo y el restaurant a medio lago; mis ojos estaban puestos en las personas que atravesaban el puente, que conectaba el Hospital con este parque construido entre el mar de concreto de la Ciudad de Houston. En el área de césped un par de niños jugaba con su perro captando mi atención, lanzándole un frisbee; cuando sentí ese jalón en el cabello.
—¡Ay abuelo, ya! ¿Qué tanto haces con mi cabello? ya así estoy bien —refunfuñe —cubriéndome la cabeza con ambas manos. Sentí un cepillazo rápido y fugaz sobre mis dedos —¡Ay! —me quejé.
—Quita o te doy otro —amenazo
Gire la cabeza sobre mi hombro, viéndolo de mala forma
—Sino te dejas peinar un día de estos despiertas con un corte de cabello naval: corto, al ras del cuero cabelludo que es como deberías traerlo.
—¡No taito! Eso sí no por favor —exclame preocupado, creyéndolo capaz de eso y más
—¡Es que mira nada más que pelos Dylan! te llegan hasta debajo de la oreja, en mis tiempos...
—No allá vamos de nuevo, dale con lo de tus tiempos —rodé los ojos interrumpiéndolo
—¡Ay! —chille, al segundo impacto del lomo del cepillo sobre mis nudillos
—Qué me quites esas manos y no te quejes que no te di fuerte.
Instantáneamente mis manos aterrizando al frente sobre mis piernas, dónde me las sobe, no fue un golpe fuerte sin embargo había ardido. —Y aunque me pongas esa cara de fastidio, sí, de nuevo con lo de mis tiempos son temas de etiqueta y de buenas costumbres hijo y cuando yo era joven solo los hippies y los delincuentes se dejaban el pelo largo.
—Abuelo, tú lo acabas de decir "pelo largo" me llega debajo de los pómulos eso no es largo —replique.
—Para mí eso es largo y bueno ya, no existe nada más humanamente posible que yo pueda hacer —dijo resignado.
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La cuna II parte
Teen FictionEs la continuación de la cuna Titulada El vuelo de las golondrinas Bienvenidos a la segunda parte de la Cuna. donde tendremos el final. Gracias por seguir aquí. Para los lectores que llegaron aquí y desconocen de la existencia de la primera parte...