A LA MAÑANA SIGUIENTE.
—Arriba mis asaltantes nocturnos de refrigeradores, es hora de despertar les toca la lavativa de la tarde —canturreo burlón, Robert.
—¡Lárgate! ¡Desaparece de aquí! ¡Déjanos en paz! —le grite recostado boca abajo, en un acto impulsivo me abracé a mi almohada, como si me asiera al pilar de una columna que impediría me sustrajeran de la cama.
—No mamá, ya no más, por favor, tengo la barriga vacía y ya no vomito desde la mañana. —la voz llorosa de Jeimmy en un ruego, me hizo sentir miserable y profundamente culpable.
La Sra. Douglas, que al parecer había permanecido sentada a la orilla de su cama durante el tiempo que dormimos, se recostó de costado a su lado, paso un brazo sobre su hombro y con su otra mano acarició su cabello, consolándolo.
¡¿Cómo terminamos la noche anterior?!
Era sencillamente hiriente a nuestra dignidad.
Cada uno de los acontecimientos seguían intactos en mi cabeza, el dolor tiene la cualidad, de perdurar con indefinición en las partes de nuestra vida en las que se hace presente.
«Papá y Marcus llegaron pasadas las once de la noche, menos mal mi hermano se fue directo a su habitación, de último momento no fue necesario que se quedaran en el hospital, y la mamá de Jeimmy llego a los pocos minutos».
El hecho es que más tardó en atraparnos infraganti y llevarnos a la habitación de la clínica, que en que Jeimmy comenzará a vomitar, fue mi padre quien lo cargo introduciéndose en el baño con su madre detrás de ellos, cuando por fin le pararon las arcadas, lo recostó con varias almohadas y lo acomodó de lado, su madre lo tapó con el cobertor hasta la cintura sin dejar de regañarlo, hasta que mi padre intervino con su interrogatorio respecto a la cantidad y variedad de alimentos que había ingerido.
Quise advertirle a Jeimmy, que no dijera ni una palabra, pero un mal presentimiento instalado en la garganta me mantenía mudo, que horas después comprendí se trataba de la voz del sentido común activándose demasiado tarde en mí. Calculé hora y media como máximo de que terminamos de darnos ese atracón, me contesté mentalmente cuando mi padre le preguntó a Jeimmy que, al ser nuevo en lidiar con los interrogatorios del Doctor Matthew, contestó con toda sinceridad, sin saber que solo le estaba dando los puntos para trazar su línea de acción
«"El tratamiento"».
«Hora y media se traducía en que parte de esa comida ya no estaba en nuestro estómago sino iniciaba su camino al intestino grueso, eso deduciría mi padre», pensé con horror.
Conocía a la perfección el tratamiento por el que optaría y cuando le pidió a la Sra. Douglas que ayudara a Jeimmy a recostarse boca arriba para palparle el vientre, mi temor se hizo real. Cada uno de los pasos que le seguirían se presentaron antes de suceder como si se tratara de un Déjà vu.
—No fue tanto tiempo, a lo mucho una hora —mentí.
Mi padre giró la cabeza sobre su hombro, me dedico una mirada de desaprobación y continúo palpando el vientre de Jeimmy, que emitía uno que otro quejido, después de eso no pude más que clavar la mirada en mi cobertor.
Como siempre para mí la situación fue más "delicada" por catalogarlo de algún modo, al mismo tiempo que mi padre se alejó de la cama de Jeimmy para hablar en voz baja con su madre, me lanzaba miradas rápidas con las que inspeccionaba mi estado, por una fracción de segundos tuve la ilusa idea de que quizás... los médicos se equivocaban y mi estómago estaba... no pude terminar ese pensamiento cuando el primer retortijón apuñalo mi abdomen, solo apreté los parpados, me esforcé por ocultar mi malestar.
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La cuna II parte
Roman pour AdolescentsEs la continuación de la cuna Titulada El vuelo de las golondrinas Bienvenidos a la segunda parte de la Cuna. donde tendremos el final. Gracias por seguir aquí. Para los lectores que llegaron aquí y desconocen de la existencia de la primera parte...