Cómo llegue al lugar de en medio

62 10 4
                                    


POV Dylan

Los días subsecuentes de ese mes se convirtieron en todo un ajetreo entre ir y venir con las horas exactas para llegar con el tiempo justo a todos mis compromisos, aunado a la mirada de escrutinio constante del abuelo que comenzaba a sospechar, de la veracidad de mi destino.

Me levantaba a las cinco de la mañana para estar en la tienda de discos a las siete y cumplir mi jornada hasta las dos y media de la tarde, llegar a las tres para comer con los abuelos y salir a toda carrera a las cuatro al muelle para tomar el ferri cuidando de pasar desapercibido al abordarlo, para estar a las cinco en punto con el druida hasta las siete, correr montaña abajo para tomar el ultimo ferri y llegar a cenar, rayando las ocho. Era extenuante.

Ese martes corrí a dejar la mochila en mi habitación, me lavé las manos a toda prisa, y a las ocho con veinte minutos me hallaba jalando la silla al lado de mi abuelo, apenas con aliento en los pulmones, para dejarme caer sobre está.

—Didi, mi vida, son vacaciones. No deberías relajarte un poco, cada día que pasa te veo menos, además de que luces muy estresado y esas ojeras no me gustan nada—comentó mi abuela sirviéndome un plato con verduras al horno y un trozo de carne asado que se veía increíble.

—Mhhh, me encuentro bien taita, es un esfuerzo que debo hacer para subir mis calificaciones en estructuras de navíos es mi talón de Aquiles y... —masticaba al mismo tiempo que intentaba hablar —Bueno mi abuelo dice que es...

—Dylan hijo, come con calma, respira, mastica y habla después —me corrigió el abuelo —elevando una ceja.

Trague el bocado, bebí un poco de agua —lo siento abuelo.

Negó cortando su carne en trozos y halago el guiso de la abuela —Cariño te quedo delicioso.

—Sí taita, esto es glorioso — interrumpí.

Ambos sonrieron.

—No lo sé, Dylan, un ocho de diez no me parece una mala calificación, no entiendo porque debes pasar tantas horas en la biblioteca, no me gusta verte tan cansado, hablare con mi amigo, el profesor de estructuras, te pagare clases particulares dos horas diarias en mi despacho, así tendremos tiempo para pasarla juntos, tú abuela tiene razón son vacaciones.

El bocado se me atoro en la laringe, comencé a toser estaba a tres días de terminar mi entrenamiento con el Druida, tres días para ir a buscar a mi hermano.

—Dylan, Dylan hijo —grito asustado.

Me levantó de un tirón sujetando mi muñeca y repitiendo «levanta el otro brazo, hijo, respira».

La abuela me paso un vaso con agua, los ojos se me llenaron de lágrimas hasta que el bocado paso, dejando entrar el aire, jadeé, alejándome con una voz cortada los tranquilicé.

—Ya estoy bien, estoy bien.

Me dieron espacio caminé de un lado a otro y cuando volví. El abuelo frunció el ceño

—Ya paso —le dije sonriendo

—¡¡¡Ya paso!!! Te estoy diciendo que comas con calma —me recrimino.

Elevo su mano y corrí refugiándome en la espalda de mi abuela

—Oye abuelo, te acuerdas de eso de que ya nada de nalgadas

El abuelo se acercó con pasos firmes

—Lo que yo dije era que nada de castigos, uno que otro azote en el trasero no te cae mal de vez en cuando. Ven acá.

—Taita defiéndeme —eleve la voz jugando.

A ella se le escapo una risita curiosa.

—Henry, deja al niño, yo te defiendo mi amor, se interpuso, pero el abuelo que era hábil me tomo de la muñeca

La cuna II parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora