Capítulo 37

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Sky

Al entrar a mi casa, todo estaba en silencio, parecía que no hubiera ni una sola alma dentro de ella, me estaba poniendo un poco nerviosa, nunca había tenido esa extraña sensación de que algo está mal, traté de no darle importancia pero cuando crucé el salón principal una voz bastante seria, molesta y dominante me hizo parar en seco.

— ¿De dónde vienes, Sky? — era la voz de mi padre.

Tragué un poco de saliva y volteé a ver el salón principal, ahí estaban mis padres sentados sobre el sofá de la sala, sus rostros me mostraban preocupación y molestia al mismo tiempo, a un lado sentada de ellos estaba mi hermana con un rostro lleno de tristeza y angustia, incluso parecía haber llorado, y al otro extremo de la sala estaba Henry de brazos cruzados con una mirada perdida.

— ¡Sky!, Estaba muy preocupada por ti — dijo Chrissy corriendo para abrazarme con un par de lágrimas en sus ojos.

— Lo siento, me olvidé de avisarte que me iba a quedar a dormir en casa de Robin — abracé a mi hermana acariciando su espalda.

— ¿Te crees que somos estúpidos?, Llamamos a la casa de los Buckley y claramente no estabas ahí — dijo mi padre mientras se acercaba más a mi con pasos firmes, Chrissy se separó de mis brazos un poco asustada, nunca habíamos visto a nuestro padre así de enojado.

— Estaba en... — mi padre me interrumpió antes de terminar mi oración.

— ¡Ni se te ocurra volver a mentirme diciendo que estabas con los Wheeler porque ahí no estabas, incluso llamamos a los Byers, y tampoco estabas ahí! — comenzó a gritarme sin importarle que Henry nos estaba viendo, cada vez que me alzaba la voz mi cuerpo se estremecía.

— Perdón papá, me quedé a dormir con Steve — respondí agachando la cabeza y la mirada, diciendo otra pequeña mentira.

— ¿Te crees que esta casa es un hotel para que salgas y entres a la hora que te plazca? — gritó mi madre desde el sofá.

— ¿Steve Harrington? — preguntó mi padre y yo asentí con la cabeza.

— Más te vale que no hayas hecho una tontería, no quiero que mi hija esté envuelta en un escándalo — dijo mi padre tomándome del mentón para que lo mirara fijamente.

— ¿Es lo único que te preocupa, papá?, Ustedes nunca están en la casa para cuidarnos, y ahora que lo están, ¿Quieren ponerme límites? — dije armándome de valor para responderle a mi padre alzando un poco mi voz.

Mi padre ya estaba bastante molesto por lo sucedido, solo vi como alzaba su mano y estampaba su mano sobre mi mejilla derecha, el golpe resonó por toda la habitación, dejándome un fuerte dolor y hormigueo sobre la mejilla, poco a poco esta se fue tornando de un color rojo.

— ¡No me hables así, señorita!, Soy tu padre y a mí me respetas — sus ojos estaban llenos de coraje pero aún así mantuve mi mirada firme, sin dejarme intimidar, apreté muy fuerte los labios mientras llevaba mi mano hasta mi mejilla para intentar sobarla un poco.

Realmente no sé lo que me estaba pasando, anteriormente no le hubiera contestado nada y solo aceptaría su regaño. Mis ojos se estaban llenando de lágrimas pero no de tristeza sino de enfado e impotencia, me estaba tragando mis palabras para no responderle de nuevo, pero sobre todo para evitar darle otro espectáculo a mi profesor de piano.

— Perdón, papá — dije a regañadientes.

— Estás castigada — agregó mi padre.

— Perdón que lo interrumpa, señor Cunningham, ¿Podríamos comenzar las clases de piano? — Henry se dirigió a mi padre muy amablemente.

— Si, lo siento joven Henry, Sky tienes 15 minutos para subir a tu habitación a cambiarte de ropa y vuelves para tus clases de piano — dijo mi padre, tratando de disimular todo el coraje que seguía trayendo encima.

Asentí con la cabeza, subí a mi habitación y fui directo a mi armario para ponerme alguna ropa cómoda, recogí mi cabello con una coleta alta y bajé lentamente las escaleras, no tenía ganas de absolutamente nada. A paso lento me dirigí al salón donde se encontraba Henry esperándome para comenzar con las clases.

— Perdón por la demora — dije bajando la mirada.

— La puntualidad es una virtud que no todos pueden poseer, señorita Sky — me decía caminando con mucha elegancia alrededor de mi, sin despegar sus ojos de los míos, mientras sostenía un libreto de música en sus manos.

— Lo siento — dije mientras lo seguía con la mirada.

— Toma asiento, por favor — dijo señalando el banco que estaba frente al piano.

— Bien, empezaremos con la lectura de partituras — decía mirando el libreto de sus manos comenzando a acercarse al piano.

Me senté en el banco donde me había señalado y él se sentó al lado mío, poniendo su libreto sobre el atril del piano.

— Bien, quiero que me prestes toda tu atención, porque esto podría ser un poco complicado para ti — dijo mirándome fijamente.

— Perdón que los interrumpa, pero ¿Podría hablar con mi hija un momento? — la voz de mi padre nos hizo girar la mirada en su dirección.

— Claro, señor Cunningham — respondió Henry.

Me levanté del asiento para dirigirme donde estaba mi padre, él me tomó de los hombros y me llevó hasta el salón principal, para que habláramos en privado, parecía que ya estaba un poco más tranquilo.

— Antes de irme de viaje, quería decirte que lamento haberte pegado, pero voy llegando a casa de una reunión fallida y ahora imagina mi preocupación al enterarme que mi hija había desaparecido — decía con una voz más serena.

— Está bien papá, lo siento — le respondí y él me dio un gran abrazo.

— Cuídate, cariño — dijo antes de irse con mi madre de la casa.

Al regresar al otro salón, volví a tomar asiento al lado de Henry y comenzó a explicarme a detalle la lectura de partituras, tenía razón, es algo demasiado complicado para mí, no estoy entendiendo absolutamente nada. Mi mejilla aún me dolía un poco y llevé mi mano hasta ella para sobarla.

— ¿Te sigue doliendo? — preguntó Henry, mirando como me acariciaba la mejilla.

— Un poco — respondí.

— Bien, déjame ver — me tomó de la barbilla delicadamente y giró cuidadosamente mi cabeza para dejarle ver mi mejilla que aún seguía roja por la bofetada.

— ¡Quítale las manos de encima a mi novia! — dijo una voz masculina bastante molesta, Henry y yo giramos nuestras miradas hasta su dirección.

Justo ahí recargado sobre el marco de la entrada, estaba Steve con un gran ramo de rosas y unas gafas negras que se las quitó al instante para fulminarlo con su mirada. Henry me quitó sus manos con delicadeza.

— Perdón, creo que no hemos tenido el placer de conocernos — respondió Henry levantándose de su asiento para acercarse a Steve con pasos cortos pero seguros de si mismo, con la cabeza en alto y una gran sonrisa en su rostro.

— Soy, Steve Harrington, el novio de Sky — respondió Steve fríamente.

— Mucho gusto Harrington, soy Henry Creel, el profesor de piano de Sky, y si vienes a buscarla, no va a salir, está castigada y estoy bajo su cuidado a partir de hoy — respondió con una media sonrisa cínica y parecía tener una mirada bastante intimidante hacía Steve, este no soportó la mirada fulminante de Henry y desvío su mirada hacía mi.

— ¿Qué? — me levanté de mi lugar alzando un poco mi voz hacía Henry.

— Lo siento, pero su padre nos dio órdenes a mi y a Nina de cuidarla mientras ellos no están — respondió Henry amablemente.

Ya no soy una niña pequeña a la que deban estar cuidando. Mi día finalizó con un gran enfado, no podía creer que mis padres se atrevieran a ponerme a alguien que me cuidara como una niña pequeña, estoy cansada de todo esto.

Amor CristalinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora