3. Los Mundiales de Quidditch.

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Capítulo 3, Los Mundiales de Quidditch.

Anteriormente:

"Sr. Weasley: ¡Ya es la hora! ¡Vamos!"

En la actualidad:

Pov's Ivy:

Llevamos todo lo que compramos y, seguimos al señor Weasley a toda prisa por el camino que marcaban los faroles. Oíamos los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personas. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente. Caminamos por el bosque hablando y bromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado vimos la sombra del estadio colosal. 

-Sr. Weasley- Hay asientos para cien mil personas. Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que los muggles se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen pitando... ¡Dios los bendiga! 

-Bruja- ¡Asientos de primera! ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba de todo.

Seguimos subiendo hasta llegar al final de la escalera y encontramos una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol. Contenía unas veinte butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Nos sentamos en la fila de delante. 

Cien mil magos y brujas ocupaban sus asientos en las gradas dispuestas en torno al largo campo oval. Todo estaba envuelto en una misteriosa luz dorada que parecía provenir del mismo estadio. Desde aquella elevada posición, el campo parecía forrado de terciopelo. A cada extremo se levantaban tres aros de gol, a unos quince metros de altura. Justo enfrente de la tribuna en la que estábamos, casi a la misma altura de nuestros ojos, había un panel gigante. Unas letras de color dorado iban apareciendo en él. Decían:

"La Moscarda: una escoba para toda la familia: fuerte, segura y con alarma antirrobo incorporada... Quitamanchas mágico multiusos de la Señora Skower: adiós a las manchas, adiós al esfuerzo... Harapos finos, moda para magos: Londres, París, Hogsmeade..."

Hasta entonces no había llegado nadie más a la tribuna, salvo una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás.

-Harry- ¿Dobby? 

La diminuta figura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unos enormes ojos castaños y una nariz que tenía la misma forma y tamaño que un tomate grande. No era Dobby... pero no cabía duda de que se trataba de un elfo doméstico, como había sido Dobby, hasta que Harry lo liberó de sus dueños, la familia Malfoy.

-Elfa- ¿El señor acaba de llamarme Dobby? 

Ron y Hermione se volvieron también para mirar. Aunque les habíamos hablado mucho de Dobby, nunca habían llegado a verlo personalmente. Incluso el señor Weasley se mostró interesado.

-Harry- Disculpe, la he confundido con un conocido.

-Elfa- ¡Yo también conozco a Dobby, señor! -Se tapaba la cara como si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estaba excesivamente iluminada.- Me llamo Winky, señor... y usted, señor... ¡Usted es, sin duda, Harry Potter!

-Harry- Sí, lo soy.

-Winky- ¡Dobby habla todo el tiempo de usted, señor!

-Harry- ¿Cómo se encuentra? ¿Qué tal le sienta la libertad?

-Winky- ¡Ah, señor! No quisiera faltarle al respeto, señor, pero no estoy segura de que le hiciera un favor a Dobby al liberarlo, señor.

-Harry- ¿Por qué? 

Hogwarts no se espera lo que está por llegar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora