Capítulo 19, La Profecía Perdida.
Anteriormente:
"El suelo de madera desapareció bajo nuestros pies. El Atrio, Fudge y Dumbledore se habían esfumado."
En la actualidad:
Al tocar el suelo con los pies, Harry casi cae al suelo, tuve que agarrarle del brazo mientras la cabeza de la estatua cayó con un golpe metálico. Habíamos llegado al despacho de Dumbledore.
Durante la ausencia de Dumbledore, todo se había reparado. Los instrumentos estaban de nuevo sobre las mesas y echaban humo y zumbaban discretamente. Los directores y las directoras dormían en sus retratos y apoyaban la cabeza en los respaldos de los sillones o el borde de los cuadros. No tardaría en amanecer, Harry se paseaba inquieto por el despacho. Apreté levemente la correa de mi maletín incómoda.
-Phineas- ¡Ah, Harry Potter! ¡Ivy Hunter! -Phineas Nigellus dio un enorme bostezo y estiró los brazos.- ¿Qué os trae a estas horas de la mañana? Se supone que en este despacho sólo puede entrar el legítimo director. ¿Acaso os ha enviado Dumbledore? Ah, no me digas que... -Volvió a bostezar, y un leve escalofrío le recorrió el cuerpo.- ¿He de llevarle otro mensaje al inútil de mi tataranieto?
Harry no podía hablar. Unos cuantos retratos más empezaron a moverse. Harry cruzó la habitación a grandes zancadas y trató de abrir la puerta, pero ésta no se abrió. Estábamos encerrado.
-Phineas- Supongo que esto significa que Dumbledore volverá a estar pronto entre nosotros. -Harry asintió y tiró otra vez del picaporte sin volverse, pero la puerta seguía cerrada.- Cuánto me alegro. Nos hemos aburrido mucho sin él. -Se acomodó en el sitial en que lo habían retratado y sonrió.- Dumbledore tiene muy buena opinión de ti, como ya debes de saber. -Se refería a Harry.- Sí, ya lo creo. Te tiene en gran estima.
Entonces unas llamas de color verde esmeralda prendieron en la chimenea vacía y Harry se apartó de la puerta. Dumbledore salió de entre las llamas, los magos y las brujas de las paredes despertaron con brusquedad, y muchos de ellos dieron gritos de bienvenida.
-Dumbledore- Gracias.
Al principio no nos miró, se dirigió hacia la percha que había junto a la puerta, sacó de un bolsillo a Fawkes, que ahora era un pájaro pequeño, y lo colocó con cuidado en la bandeja de suaves cenizas que había bajo el palo dorado donde solía posarse el ave cuando estaba totalmente desarrollada.
-Dumbledore- Bueno, Ivy, Harry, supongo que os alegrará saber que ninguno de vuestros amigos sufrirá secuelas por lo ocurrido esta noche. -Harry no pudo hablar, ni siquiera podía sostenerle la mirada a Dumbledore.- La señora Pomfrey está curándolos. Es posible que Nymphadora Tonks tenga que pasar un tiempo en San Mungo, pero todo indica que se recuperará por completo.
- Menos mal, eso es un alivio.
Harry asintió con la cabeza.
-Dumbledore- Ivy, deberías irte a comprobar si lo de tu maletín está en orden.
Asentí y salí rápidamente del despacho, apretando angustiada la correa de mi maletín. Corrí por los pasillos hasta llegar al aula de Firenze. Entré cerrando la puerta de un portazo.
-Firenze- ¡Ivy Hunter! Nunca pensé que tendrías tan pocos modales...
Dejé caer mi maletín en mitad de la sala, pulsé el botón y lo abrí, baje a toda prisa sin darle más explicaciones a Firenze. Llegué a la cabaña, y corrí hasta las estanterías buscando ingredientes, mientras tanto me recogí las mangas de la camisa y con un movimiento de varita puse el caldero a hervir.
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Hogwarts no se espera lo que está por llegar.
FanfictionUn curso académico en el lugar más seguro del mundo, ¿qué podría salir mal?