Capítulo 1: La fiesta de bienvenida

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Candy estaba feliz

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Candy estaba feliz.

Sus amigos la estaban esperando en la Casa de Pony junto con todos los niños que aguardaban expectantes a que la fiesta empezara ya que el tío William había encargado todo un despliegue de cosas deliciosas que aguardaban pulcramente dispuestas en las mesas. Había fruta, pasteles, dulces, chocolate y hasta champagne de una cara marca francesa para las personas adultas. Durante el viaje desde Lakewood había acompañado a Archie y a las chicas hasta el Hogar de Pony. Candy estaba muy emocionada con la sorpresa de ver a todos sus seres queridos allí. Y Albert la esperaba en la colina al lado del gran árbol al que tantas veces había trepado de niña.

Allí justo, hacía más de diez años que Candy se había encontrado con el príncipe de la colina. Y ahora corría sin aliento, sintiendo las lágrimas de felicidad rodando por sus mejillas arreboladas. La suave brisa de la mañana alborotaba sus cabellos rubios. ¿Se podía explotar de felicidad? Creía que su pecho no iba a poder aguantar más emociones. Sus ojos verdes brillaban con las lágrimas de felicidad que surcaban sus mejillas.

"Corre un poco más...", se decía. El perfume del bosque inundaba sus fosas nasales. Los ranúnculos, las rudbeckias y las flores de mayo jalonaban los prados. Cuando llegó a la cumbre vislumbró desde lo alto de la colina el Hogar de Pony: su casa.

Y abajo se perfilaba inconfundible la silueta del negro y elegante coche de Georges.

Un sonido apagado de pasos sobre la hierba la sorprendió. De pronto se giró hacia el gran árbol y allí, de pie aguardaba Albert. Su cabello dorado refulgía al sol, ojos azules como un cielo despejado la contemplaban con ternura. Sonreía y Candy se sintió otra vez transportada a aquel día, como cuando lo encontró por primera vez.

Una dulce voz enronquecida por la emoción le dijo:

-Pequeñina, estás mucho más bonita cuando sonríes.

Candy lo supo inmediatamente:

"Eras tú, Albert. Siempre has sido tú; quien me salvó cuando caí por la cascada; quien me adoptó; quien me consoló después de la muerte de Anthony, la muerte de Stair, la separación de Terry; quien me salvó de ser atacada por un león; quien compartió conmigo tres maravillosos años en La Magnolia...Quien finalmente me rescató de un matrimonio nefasto con Neal...Siempre has sido tú."

Corriendo, incapaz de expresar ya nada con palabras Candy se sumergió en sus brazos llorando de pura felicidad. Albert sintió los fuertes latidos de su corazón contra su pecho y conmovido la apretó aún más contra sí. Después aflojó el abrazo, apartándole dulcemente los cabellos de la cara le dio un beso en la frente y le susurró:

-Ahora estás bonita incluso cuando lloras...

Candy rompió a reír enjugándose las lágrimas con las manos:

-Es que siempre me sorprendes, Albert. ¿Cómo es posible que siempre tengas algo guardado bajo la manga?

Albert entrecerró los ojos un momento y mirando muy serio a la muchacha le dijo:

-Es que tenía mis motivos, ¿Sabes? No podía decírtelo, porque no sabía cómo te lo tomarías.

-¡¡ Oooh...!! Eres un hombre horrible, de verdad - los ojos de la muchacha empezaron a echar chispas.

Empezaba a cansarse de tanta intriga. Si ella confiaba ciegamente en él. ¿Por qué él no le había correspondido con la misma confianza? Estaba exasperada. En un momento de crispación se acercó aún más a él y le empezó a golpear el pecho con los puños frustrada.

Esto tomó a Albert totalmente desprevenido en un primer momento. Sin embargo, con un movimiento ágil le tomó ambas muñecas con las manos y le dijo:

-Candy, no sabes la de veces que he estado a punto de decírtelo. Pero, sinceramente nunca encontré el momento adecuado. ¿Cómo podía decirte sin que sonara pretencioso por mi parte que yo era aquel muchacho que te encontró en la Colina de Pony después de que me contaras quién fue tu primer amor en la casa de La Magnolia? Todavía hoy me siento azorado de sólo pensarlo -. Candy notó cómo el color subía a las mejillas del joven.-Lo que me lleva otra vez a pensar en ese misterioso hilo rojo del destino del que tanto me hablas -añadió como para sí mismo, sonriendo con timidez.

"Sí, es cierto", pensó la chica.

" Nos encontramos, nos perdemos y nos volvemos a encontrar".

Candy suspiró intensamente y sus miradas se cruzaron en ese instante. Ella sintió cómo su corazón empezaba a latir con fuerza. Estaba desbordada por la intensidad de sus sentimientos.

Sin duda la embargaba la gratitud pero también otra emoción muy distinta se iba abriendo paso en su interior.

Ciertamente, aquel hombre era realmente atractivo y lo que lo hacía aún más encantador era lo poco que parecía importarle. Pero para la muchacha, quizá lo más extraordinario de todo era que estaba en compañía de su añorado príncipe.

Nada le importaba más que disfrutar de aquel mágico momento; se sentía como si flotara en el aire. Albert aflojó las manos de sus antebrazos y los acarició con suavidad. Candy notó cómo su corazón latía violentamente incapaz de apartar la mirada de sus ojos.

Albert acercó su rostro encendido al de la muchacha y lo tomó entre sus manos, dejándola sin respiración:

- Candy...yo...- murmuró.

De pronto, el sonido de un claxon los devolvió a la realidad.

Georges aguardaba el retorno del señor William y antes de que la muchacha pudiera reaccionar, el joven se apartó de ella. Estaba avergonzado por lo que había estado a punto de hacer.

Pero a ella no pareció importarle lo más mínimo. Candy intentó convencerle de que se quedara con ella y sus amigos en el Hogar de Pony pero el joven murmuró una disculpa: no iba a poder quedarse para la fiesta y lo sentía de veras. Tenía que irse ya que lo esperaban en Chicago para una importante reunión de negocios pero le prometía que pronto retomarían la conversación donde la habían dejado.

-Despídeme de los muchachos, ¿Quieres? - le dijo antes de desaparecer en el interior del vehículo.

Como siempre, se puso sus gafas oscuras y pronto desapareció de su vista.

Como siempre, se puso sus gafas oscuras y pronto desapareció de su vista

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Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora