Capítulo 29: Un anillo volador y una recepción animada

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En la residencia de los Ardlay en Lakewood todo el mundo andaba afanado

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En la residencia de los Ardlay en Lakewood todo el mundo andaba afanado. La tía Elroy había ordenado que se preparara una merienda especial para agasajar al que había decidido que en aquellos momentos era su sobrino favorito. Ella sabía que no quería ver a nadie, pero lo había convencido para al menos, tener un gesto con algunos de los miembros cercanos de la familia.

Había mucha gente ansiosa por verle y en este punto la vieja dama había decidido montar una pequeña fiesta de homenaje. Había invitado a Neal y Eliza a la recepción que se habían presentado con sus mejores galas. Su hijastra Sara también había acudido con su marido. También había invitado a Archie y a sus padres que aún seguían en el país. Se mantenían cerca de su hijo porque estaban preocupados por su estado.

A Annie no la habían invitado puesto que tanto la tía Elroy como el resto de los allí presentes no la consideraban parte de la familia y cuestionaban que Archie se viera comprometido con una chica como ella, dado su origen. Los Brighton tenían dinero, pero no se podían comparar con los Ardlay. Toleraban la relación con aquella chica porque consideraban que el chico estaba manteniendo una relación poco seria y que dada su edad era normal. Aprobaban sin reservas que el muchacho adquiriera experiencia con una chica de la edad adecuada. Para la familia, lo que hubiera entre ellos no tenía ninguna relevancia. Archie se había opuesto a asistir a aquella pantomima, pero al final no tuvo otro remedio que acudir.

Por otra parte, desde que William había asumido su papel dentro del clan Candy ya no tenía tantos problemas porque ellos sabían que la protegía. Y temían tener problemas si ponían alguna objeción o excusa en contra. Aquella tarde, Candy se presentó con un hermoso traje de seda de corte imperio de color gris perla que resaltaba el dorado de sus cabellos. Al cuello tenía un delicado collar de perlas negras, que Albert había hecho traer de Australia para ella y que había formado parte de uno de sus regalos de cumpleaños junto con la habitación verde de la mansión de Chicago. Los Lagan murmuraron con admiración, pero también había odio. Candy se sentó junto a los Cornwell que estaban vestidos con trajes de chaqueta y corbata de seda. La tensión se podía cortar con un cuchillo.

Ella no quería dejar solo a Stair. No en aquel momento. También sabía que Archie estaba incómodo. En la enorme mesa había dispuestos pasteles, fruta, tartas, zumos y hermosas esculturas de hielo. También había ponche, café y chocolate. En el salón de baile, un músico amenizaba la tarde con música de Chopin. En otras circunstancias, aquella recepción habría sido una maravilla para los sentidos.

Eliza se acercó a su primo y lo miró con descaro.

—Vaya, así que es verdad ¿Te quedaste tullido? — Preguntó con malevolencia

Neal escandalizado, la agarró por el brazo y la llevó a parte.

—Eliza...para — le dijo. 

Había visto la expresión de Candy y no le gustaba nada.

—¿Por qué? Estoy diciendo la verdad, ahora esa tonta de Patricia seguro que no se va a conformar con un medio hombre — escupió.— No como mi Arthur...—enseñó el dedo anular para que todo el mundo viera el hermoso anillo de compromiso que lucía en su dedo. Era un raro y enorme diamante amarillo que refulgió con el sol de la tarde.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora