Capítulo 86: Encuentro en la tormenta

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Albert recordó las palabras de su tía con claridad

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Albert recordó las palabras de su tía con claridad. 

—El trabajo ya está hecho...querido. No dudes, en que esta vez ella se irá, estoy casi segura. Tomará ese transatlántico y se alejará del peligro, de ti, de la familia Ardlay— aseguró sintiéndose terriblemente culpable. 

Se sentía cansada, le había resultado difícil amonestar a una inocente.

—Pero ¿Qué le has dicho para convencerla?— preguntó alarmado.

Ella se revolvió inquieta en su lecho, como si recordar el suceso le doliera. De pronto empezó a sentir frío y guardó una de sus huesudas y frágiles manos bajo las mantas.

—Le he dado razones de sobra, querido...Sólo espero no haberme extralimitado y que  el Cielo me perdone, Dios sabe que lo que  he hecho ha sido por una buena causa— murmuró con pesar apartando la vista del joven; ella no podía sostener aquella mirada suya, nunca había podido...era ver en él a su hermano pequeño —William, querido, sólo una cosa más...—Pidió Elroy  fijando sus vivos e inteligentes ojos en su sobrino.

William tenía el espíritu encogido. Se sentía terriblemente responsable.

—¿Sí?  Dime, tía ¿Qué necesitas?—preguntó inclinándose hacia ella. 

Elroy le tiró con suavidad de la manga de la elegante camisa de seda que llevaba puesta  indicándole que se acercara y le pidió con su enérgica voz:

—Cuando hayas atrapado y encerrado a esa alimaña de Mc Bride, cuando toda esta pesadilla haya terminado dile a Candy que lo hice para protegerla, sólo para protegerla. Y que realmente, vuestra relación y espero, futura unión me hace muy feliz. Después de todo, el conde de Argyll es un viejo pretendiente mío...— Suspiró— Ah...bendita juventud ¡Qué tiempos! ¡Qué hombre!— Exclamó recordando viejas vivencias que la hicieron sonreír y sonrojarse levemente.

William se acercó a la cabecera de la cama y depositó un tierno beso en su frente templada. Parecía como si la energía la fuera abandonando poco a poco. 

—Oh, querido...cada día te pareces más a tu padre— suspiró mirándolo con ternura.

Antes de salir, la vieja dama le hizo una última petición. 

—Deja la puerta entreabierta, por favor. Me gusta escuchar el ruido de los muchachos enredando en el piso de abajo. La alegría de la juventud me reconforta y me recuerda que nuestro Stair está de nuevo en casa, con nosotros. — Sonrió antes de recostarse de nuevo.

William echó un último vistazo a su tía, que ya dormitaba en su lecho antes de salir hacia el jardín. Hacia donde ella había huido, corriendo como una bala. Si la conocía bien estaría allí, bajo la lluvia, soportando su propia tormenta interior, sobrellevando el dolor. Y lo rompía, lo rompía por dentro.

 Y lo rompía, lo rompía por dentro

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Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora