Eliza estaba temblando de miedo. El moratón que tenía en la mejilla, donde él la había golpeado con violencia arruinaba su perfecto cutis, su cara empezaba a hincharse y su ojo empezaba a tomar un feo color morado. Ella, que siempre se había sentido orgullosa de su belleza, ahora se sentía humillada. Arthur no había resultado ser como se lo había imaginado.
Había huido con él, se había puesto en contra de su familia y había echado a perder su reputación a cambio de nada. Pero estaba segura de que su actitud se debía a la fortaleza de su carácter y de que la amaba. Se sentía afortunada por el simple hecho de que un hombre de su atractivo y fortuna hubiese puesto los ojos en ella y no en la estúpida de Candy. Por fin tenía lo que se merecía, su novio había colmado todas y cada una de sus expectativas, no sólo era inmensamente rico, sino que también le compraba caros caprichos de sus muchos viajes de negocios.
Hacía tiempo que sentía ganas de vomitar. Los olores la molestaban, cosas que antes le gustaban, ahora las detestaba y se pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo en el lujoso apartamento de Mc Bride. Echaba de menos a su familia, pero no estaba dispuesta a ponerse en contacto con ellos hasta que no lo aceptaran y se retractaran.
Decidió salir a la calle, así que se vistió con un hermoso modelo de invierno que su Arthur había traído exclusivamente de Nueva York para ella. Eliza estaba orgullosa de su fondo de armario. Todos eran modelos exclusivos, todos de las principales marcas de lujo del momento. Le encantaba pasarse largos ratos admirándolos, disfrutando de su tacto: seda, terciopelo... todos modelos mucho más caros que los que le compraban sus padres.
Luego abrió el de su pareja. Los trajes estaban pulcramente planchados y colgados en sus perchas. Las camisas, hechas a medida...ella pasó la mano sintiendo su textura. Y en ese momento, algo captó su atención... era una mancha de carmín. Descolgó la camisa y un perfume dulzón de mujer impregnó sus sensibles fosas nasales. Eliza sintió ganas de vomitar.
Llena de una ira inmensa lanzó la camisa al suelo. La joven chilló incapaz de contenerse. Era como si le hubiesen clavado un puñal en el corazón. Fue hasta la cocina y tomó unas tijeras.
—¡Maldito! ¿Cómo se atreve a hacerme esto a mí? ¡¡A mí, que debería de besar el suelo que piso!! — exclamó haciendo trizas la cara camisa de Arthur.
En ese momento volvió a sentir nauseas, fue corriendo hasta el lavabo y vomitó el desayuno. Llamó a la doncella, pero había salido a hacer las compras matutinas y se encontró sola e indispuesta. La cocinera tampoco estaba ¿Dónde estaba el servicio de aquél maldito nido de amor? Arthur le había dejado una nota donde le decía que estaba en una reunión de negocios y que llegaría tarde.
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Más allá del hilo rojo [Libro 1]
FanfictionCandice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...