Capítulo 95: Donde el destino se bifurca

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A William le gustaba dormitar junto al fuego, trepar a los árboles y pescar muchas veces con ayuda del arco y de las flechas

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A William le gustaba dormitar junto al fuego, trepar a los árboles y pescar muchas veces con ayuda del arco y de las flechas. Sus escapadas a veces coincidían con momentos muy especiales del año; por ejemplo, tras las lluvias del monzón. Durante la gran migración de los herbívoros solía trepar a una enorme acacia y solía pasarse bastante rato observando el flujo migratorio de los ñus, las cebras y las gacelas que iban en busca de los verdes y frescos pastos de la sabana recién crecidos tras las lluvias.

Con ayuda de los masai y algunos voluntarios había construido una clínica veterinaria. Se creía en la obligación de cuidar de los animales de la sabana; William no veía con buenos ojos que se organizasen partidas de caza para pasatiempo de los muchos ricos exploradores blancos oriundos de Inglaterra, Francia o Bélgica. Ellos venían en masa a África bajo el amparo de sus grandes fortunas ansiosos de cobrarse una gran pieza que colocar en las salas de sus mansiones. Cada vez que veía algunos de aquellos pobres animales disecados sentía una enorme pena e indignación. 

No lo podía evitar.

Este asunto le preocupaba enormemente. Por eso había contratado gente que trabajaba para proteger ciertas zonas con alto valor ecológico y cinegético. Entre los círculos de la alta sociedad había empezado a correr la voz de que un loco excéntrico estaba despilfarrando el dinero en proyectos idealistas relacionados con la protección de la fauna salvaje africana.
Les hacía gracia que alguien de la familia Ardlay estuviera dispuesto a organizar safaris y dar a conocer las maravillas de aquel mundo a los occidentales sin la necesidad de disparar un solo tiro. Esto exigía inversión de tiempo y dinero que su familia tenía a manos llenas. ¿Por qué era tan difícil de entender los beneficios de conocer las maravillas del entorno natural sin necesidad de agredir el medio ambiente? No era necesario esquilmar los recursos y llevarse animales muertos como trofeos de caza.

Aquello lo asqueaba.

En todo esto pensaba la mayor parte del tiempo.

En su tienda, le escribió una carta a Candy contándole sus experiencias en África, tal y como siempre había hecho. Sabía que estaba teniendo problemas en el Colegio San Pablo y no le extrañó. Él mismo había sido un rebelde en sus tiempos de estudiante en el colegio mayor. Recordó que también lo habían expulsado varias veces.

Un adolescente tenía que  de ser capaz de encontrar su propio camino, ser capaz de encontrar el orden tras el caos de sus emociones. 

"Hay una enfermera norteamericana de unos veinte años que se te parece. A Poupé le gusta mucho...", había escrito en uno de sus párrafos, con la esperanza de ayudarla a escoger su futuro.

 Olivia le recordaba a ella y pensaba que Candy encajaría muy bien en esa profesión. La joven era empática, le gustaba ayudar a los demás, tenía entusiasmo y una vitalidad que contagiaba a los que la rodeaban. Recordaba su arrojo al escapar del colegio San Pablo para comprarle medicamentos a un Terry herido que se había colado en su habitación por error.

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora