Capítulo 99: ¡Guerra!

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Chicago, 8 de abril de 1917

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Chicago, 8 de abril de 1917

Albert había recibido un telegrama de su socio, Scott Archer, alarmado por la noticia: Estados Unidos abandonaba la neutralidad y entraba de lleno en el conflicto bélico que asolaba Europa. El mundo estaba convulso, ardía...

El 6 de abril Estados Unidos había entrado en Guerra. Wilson se había visto obligado a abandonar la neutralidad después que el embajador alemán en Washington DC llamase al secretario de estado diciendo que tenía consigo una carta en la que Alemania declaraba la reanudación de su política de ataques submarinos sin restricciones.

La neutralidad armada había resultado ineficaz, pues era imposible de instrumentar para defender a los barcos contra los ataques de submarinos alemanes.

 "No tenemos nada en contra del pueblo alemán. Nuestros únicos sentimientos hacia ellos son de simpatía y amistad...", había dicho Wilson en el parlamento, y había agregado:  "...el mundo debe ser un lugar seguro para que exista la democracia".

Ya nada iba a ser igual. El mundo iba a cambiar de manera irreversible.

Que Estados Unidos decidiese finalmente a intervenir  no era algo que lo tomara por sorpresa. Su privilegiada posición social y sus contactos le permitían conocer de primera mano lo que estaba sucediendo. Sabía que el  presidente de EE.UU, Woodrow Wilson, había conseguido tejer un delicado equilibrio político para mantener al país fuera del conflicto europeo pese a la intensa oposición interna del parlamento, lo que había provocado no fuertes discusiones y tiranteces. 

Su familia lo conocía bien. Era un intelectual bastante reservado, rígido, con las ideas bastante claras y descendiente de escoceses presbiterianos. En los círculos íntimos circulaba el rumor de que su pasado traumático como niño sureño durante la Guerra Civil estadounidense le había llevado a decidir que Estados Unidos se mantendría neutral del conflicto bélico. Wilson creía que  la política exterior estadounidense no iba a verse beneficiada si participaba. Veía en el conflicto causas y objetivos, confusos y oscuros.

Pero tenía que reconocerle el mérito de que él fuera el responsable de haber conseguido que el gobierno alemán ordenara no hundir más buques de pasajeros sin previo aviso, tras el hundimiento del Lusitania. La neutralidad era su lema, pero Albert no estaba de acuerdo en ese punto. Por eso se había alistado como voluntario tras la declaración de guerra de Italia al imperio Austrohúngaro, hacia ya dos largos años. Decisión que había pagado cara.

Si no llega a haber sido por ella, si no llega a haber sido por que en su memoria habían quedado las reminiscencias de un nombre, del nombre de una cuidad: Chicago,  se habría perdido para siempre entre las brumas de sus recuerdos; habría perdido su identidad, los esquemas de su vida y habría vagado por el mundo como un fantasma sin pasado, ni futuro.

Al joven magnate le había molestado  la neutralidad inicial del presidente Wilson. Su lema: "Nos mantuvieron fuera de la guerra" le había permitido salir reelegido con una mayoría muy ajustada.  En su opinión, el presidente  pecaba de ingenuo al instar a los legisladores a que lo ayudaran a forjar los fundamentos de la paz entre las naciones cuando terminara el conflicto en Europa, en vez de intervenir. 

Más allá del hilo rojo [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora