Londres. Inglaterra, junio 1915
Patty O'Brien estaba al borde del colapso, no sabía si creérselo o no. Su agitado corazón no podía creer en el milagro de que su amado hubiera sobrevivido al combate aéreo en Francia. Apretaba con fuerza contra su pecho el telegrama que había recibido aquella mañana incapaz de contener las lágrimas.
Lo habían dado por muerto, había estado en su funeral y llorado con su familia por su pérdida. Ella había caído en la más profunda desesperación después del funeral, al borde de quitarse la vida incapaz de soportar su propia existencia sin él. ¿Cómo podía ser la vida tan cruel? Había sido su primer amor y ciertamente había albergado la esperanza de unir su vida a la suya, hasta que la cruel guerra los había separado.
Sabía que lo unía un fuerte vínculo a Candy, pero ella no estaba celosa. ¿Cómo podría? La muchacha no tenía a nadie en el mundo más que a los muchachos Cornwell, que la apoyaban, la protegían y la defendían contra los exabruptos de la tía Elroy—la cabeza visible del clan— y las oscuras maquinaciones de los Lagan. Sólo ellos de su familia adoptiva, junto con el tío abuelo William parecían apoyar a la joven quien nunca perdía la presencia de ánimo pese a todo lo sufrido en su corta vida.
Patty volvió a apretar el telegrama que le había enviado Archie Cornwell desde Chicago y ella sintió como si un torrente de lágrimas la liberase de todo el dolor sufrido durante meses tras la pérdida de Stair.
Quería tomar el primer trasatlántico con destino a los Estados Unidos pero las aguas de las costas inglesas estaban siendo hostigadas por la presencia de submarinos alemanes que no tenían el menor reparo en hundir a los barcos que traían aprovisionamiento, armamento y víveres para que los ingleses pudieran soportar el coste que suponía la maquinaria de la Gran Guerra. Y desde que en mayo de aquel 1915, el Lusitania fuera hundido por torpedos alemanes frente a las costas inglesas las cosas se habían puesto mucho peor. Alemania había roto el pacto de neutralidad con Estados Unidos al hundir un barco con tripulación civil. Al menos un millar de ciudadanos estadounidenses habían muerto en aquel ataque. Lo que significaba que ningún barco estaba a salvo.
Patty había estado dispuesta a arriesgar su vida, con tal de reunirse con su amado. Pero sus padres tildaron aquella decisión de locura puesto que había mucho riesgo de que los alemanes atacaran cualquier barco, incluido el que la llevaría a América, tras el ataque fatal al Lusitania. No había ninguna garantía que la muchacha pudiera llegar sana y salva a su destino.
Empezaban a escasear los alimentos y los aprovisionamientos básicos debido al bloqueo. Los hombres ya sin formación militar empezaban a ser reclutados para engrosar las cada vez más menguantes filas de soldados ingleses profesionales. Ahora iban a ser sustituidos por jóvenes sin experiencia para ser triturados sin piedad en las trincheras. Intentando contener a una Alemania cada vez más agresiva.
Estaba aterrorizada. Rezaba con denuedo y energía porque aquello se acabara pronto, pero las cosas sólo parecían ir a peor. Sus padres habían habilitado la enorme casa en la que residían como hospital de campaña y ella, junto a algunas voluntarias con conocimientos de enfermería intentaban hacer lo que podían por los soldados heridos que no paraban de llegar. El doctor no daba abasto y faltaban manos para poder atender a los jóvenes, en muchos casos moribundos que llegaban en penosas condiciones y se instalaban en camastros que habían habilitado en la sala de baile. Su madre se había encargado de coordinar a las voluntarias y su padre trataba de ayudar con la identificación de los jóvenes a fin de notificar de su paradero a las familias con la ayuda de los mandos militares desplegados por la zona.
Una enorme bandera con la cruz roja colgaba de los balcones de su casa y Patty pensaba para sus adentros que sólo estaban haciendo lo que en su lugar hizo la persona piadosa que cuidó de su amor en un remoto lugar de Francia.
"Stair...mi amor, espero que pronto nos volvamos a ver. Ansío el momento en que ambos nos reencontremos y podamos pasar página a todo este horror. Sueño con el día en que podamos reunirnos de nuevo", pensaba esperanzada.
Le escribió una larga carta de amor, expresando la profundidad de sus sentimientos y anhelos y la selló con un beso. Confiaba en que él la escribiría y le contaría cómo había sido su aventura y bajo qué circunstancias. Quería saber si todavía la amaba, que abriera su corazón a la profundidad de sus sentimientos, porque ella lo amaba desesperadamente. Necesitaba de la belleza de sus palabras, puesto que en las numerosas cartas que él le había escrito, siempre había sido comedido y elegante. No le reprochaba que no la avisara de que pretendía alistarse, como tampoco le reprochaba que le regalara aquella cajita de música a su querida amiga y que él había fabricado con tanto amor para ella. Ella comprendía los motivos que lo habían llevado a tomar aquella decisión. Pero ... por otra parte, le dolía que la última persona a la que hubiera visto fuera Candy y no a ella. Ni si quiera tuvo el valor de despedirse y aquello la había destrozado.
Intentaba comprender los motivos que habían llevado a Stair a alistarse y luchar por un país que no era el suyo, a arriesgar la vida en Francia y a estar dispuesto a morir por ello. Reprochaba a su amor aquella estupidez, por lanzarse a aquella locura como si en realidad ella no formara parte de la ecuación de su vida.
El hecho de que hubiera sobrevivido, la llevaba de una alegría inconmensurable pero no por ello se sentía feliz. Estaba disgustada por todo el dolor que había traído consigo la decisión de su novio. Pensaba que en ese sentido se había portado de manera egoísta al lanzarse a seguir sus ideales sin tener en cuenta los sentimientos de los demás.
El telegrama le decía que estaba malherido y que se encontraba en Chicago recuperándose rodeado de su familia. Y que pronto se pondría en contacto con ella, pues en aquellos momentos debía descansar. No decía nada más, pero para ella aquello era más que suficiente. Ahora sólo podía rezar a Dios, seguir desempeñando sus labores de voluntaria y continuar estudiando para tener un futuro.
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Más allá del hilo rojo [Libro 1]
FanfictionCandice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...