Candice White Ardlay está viviendo un sueño: luego de ser adoptada y descubrir la identidad secreta de su príncipe de la colina está trabajando de enfermera en la clínica que Albert construyó para ella y el Doctor Martin. También ayuda a la Srta. P...
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Chicago. Residencia de los Brighton, 1916.
Los Brighton se habían presentado en la mansión de los Ardlay en Chicago para pedir explicaciones tras el rechazo de los Cornwell y la tía Elroy al compromiso de Archibald con Annie. Sin embargo, se habían negado a recibirlos y aquello acabó por enervar aún más los ánimos de la Señora Brighton que retorcía entre sus enguantadas manos un pañuelo de encaje sin ocultar su frustración.
Annie había caído en una melancolía tan profunda que nada parecía contentarla. Amaba a Archie y no entendía los motivos de la negativa de los Ardlay a que Archie Cornwell formalizara su relación con ella. ¿No se daban cuenta de que sus sentimientos eran sinceros? ¿Cómo podían ser tan crueles para interponerse de aquella manera tan ruin en la felicidad de los dos? Argumentaban que ella no era adecuada en cuanto a rango y a posición social. Y aquello había acabado por hundir más a la joven quien de por sí siempre había sido víctima de sus propias inseguridades y temores. Sus padres se sentían humillados y por eso habían decidido acudir a su casa a pedirles explicaciones.
Los Brighton habían conseguido amasar una fortuna más que considerable debido a los negocios de Leopold. No entendían el porqué de aquella reticencia a que sus hijos formalizasen su compromiso. ¿Por qué no querían que se hiciera oficial? Archie y Annie llevaban viéndose el tiempo adecuado como para que la relación fuese tratada con la suficiente seriedad.
Sin embargo, el hecho de que el mayordomo les hubiera negado la entrada fue tan humillante para la Señora Brighton que no daba crédito. Tamaña desconsideración para alguien de su rango era inaudita. Estaba tan acostumbrada a que la trataran con deferencia y educación por su condición de mujer de empresario de éxito que el hecho de verse despreciada como una ciudadana de segunda acabó por desquiciarla. Beatrice sintió cómo la sangre empezaba a hervirle de indignación.
—Nunca me he sentido más humillada en mi vida...—se lamentó mientras se llevaba un pañuelo delicadamente a los ojos para secar sus lágrimas.
El coche de caballos aguardaba cerca. Leopold Brighton sentía pena por su hija y también por el joven Cornwell a quien conocía desde hacía bastante tiempo. Recordaba bien aquella ocasión. Su familia había sido invitada a un té en Lakewood. Annie en aquel tiempo rondaba los doce años y era una preciosa niña que había acabado por robarles el corazón con su dulzura y timidez. Le recordaba mucho a su hija Alice: una hermosa criatura que habían perdido a causa de una pulmonía a los seis años. El dolor de su mujer, su incapacidad de superar el duelo por su niña les llevó a decidirse a adoptar a otra porque Beatrice ya no conseguía quedarse embarazada. Por eso fueron al Hogar de Pony.
Beatrice gustaba de presumir del talento de Annie al piano. En aquel tiempo y para mortificación de la tímida niña se le había solicitado que tocara una pieza. En ese momento, Leopold observó cómo Archie se acercaba amablemente a Annie y le sugería que tocaran la pieza juntos. Su padre supo que el chico se había dado cuenta de que Annie se había puesto muy nerviosa y por esto era incapaz de tocar nada. Fue gracias a su intervención que su niña pudo interpretar a dúo una pieza de Chopin con un resultado magnífico. En ese preciso momento, su padre supo que el mundo de su niña había cambiado y se preocupó por ella. Su niña se hacía mayor.